Publicado en El Norte de Castilla el 20 de octubre de 2017
La piel de toro arde por los cuatro costados. Especialmente por noreste y noroeste. Fuegos destructivos alimentados de distinta forma. Unos tapan a otros. Quizá se retroalimentan. Nunca se sabe. Algunos dicen que de aquellos votos estas llamas. Otros que de aquellos votos estas barricadas. Lo seguro es que, ante una tragedia tan desoladora como la vivida en Galicia produce todavía más hartazgo el victimismo de algunos y tanto mantra de pueblo oprimido. En Galicia han muerto cuatro personas, cientos de casas, granjas y aldeas se han quemado, miles de hectáreas han quedado arrasadas, además de animales y árboles centenarios carbonizados. Una hoguera infernal masacrando a un pueblo. Lugares donde no salía el sol y todo era gris en días de horror y angustia. Y, en medio de todo ello, el pueblo en masa, con cubos de agua en la mano, lanzándose a luchar contra el fuego. Igual que quince años antes. Con la misma rabia, con los mismos cubos, con la misma solidaridad. Nunca Mais. Negro era aquel chapapote y negra es la tierra quemada. ¿Dónde están los aviones que desfilan? ¿Dónde está el barco de Piolín? ¿No habría estado bien enviar efectivos para ayudar a sofocar los fuegos? ¿Tal vez un artículo 155 contra los incendios? Ahora todos buscan responsabilidades y Feijoo echa balones fuera. El mismo irresponsable que con 25 grados y 5 meses sin lluvia, y con una Galicia llena de eucaliptos, da por terminada la temporada de incendios despidiendo a 436 brigadistas. El mismo tipo que hace diez años se fotografió con una manguera durante una terrible ola de incendios en la que murieron dos mujeres. El PP arremetió entonces contra el bipartito y utilizó bastardamente a las víctimas. Negaron que existieran tramas criminales tras el fuego y llegaron a decir que, con ellos, no moría gente en los incendios. El ínclito se hizo un publirreportaje con una manguerita de jardín y vestido con una camisa remangada y unos náuticos mientras bomberos y brigadistas tiznados de negro peleaban noche y día contra las llamas. Ahora han cambiado las tornas y busca responsables para centrifugar culpas. Dice que importamos incendios de Portugal. Que hay tramas organizadas (ahora sí). Le falta decir que la culpa es del oxígeno. O de Venezuela. Nos queman la tierra, nos queman el alma, nos dejan sin aire, nos dejan sin vida. Pero ellos a lo suyo. En todas partes. Son miserables. Nos están encanallando. Y caemos en la trampa. Volvemos a caer.