Publicado en El Norte de Castilla el 2 de febrero de 2018
Cuenta la leyenda que en el siglo VII vivió en Arabia un poeta que hizo célebre con sus encendidos versos a una joven llamada Layla. Cuando ella se casó con un comerciante rico el joven enloqueció, huyó a remotos bosques y se dedicó a componer poemas a su amada mientras los animales salvajes intentaban consolarle. Por entonces, comenzó a ser conocido como Majnún (loco). “Señor, no permitas que abandone la locura, no permitas que retorne a eso que llaman cordura”, rezaba él cada noche. Dicen que mucho tiempo después fue encontrado muerto en el desierto, muy cerca de la tumba de Layla, junto a una roca donde había tallado sus últimos versos de amor. Eric Clapton se inspiró en esta leyenda para escribir en 1970 una de las canciones más hermosas y conmovedoras de toda la historia. Se había enamorado de Pattie Boyd, la esposa de George Harrison, y cuando ella decidió permanecer junto a su marido, Clapton enloqueció y compuso “Layla”. Todo ello me recuerda un poema de Miguel Falabella del que hice una traducción infiel hace tiempo. Hablaba de la saudade. Decía algo así como que pillarse un dedo con la puerta duele, que torcerse el tobillo duele, que un bofetón, un puñetazo y una patada duelen, pero lo que más duele es la saudade. Saudade de un recuerdo, de un lugar, del tiempo que pasa. Todas estas saudades duelen. Pero la saudade que más duele es la saudade del amor que se acaba: es una saudade que nadie sabe cómo detener. Saudade es sobre todo no saber. No saber si ella continúa con sus dolores de cabeza. No saber si todavía usa aquellos pantalones. No saber si dejó de fumar. Si sigue prefiriendo el whisky escocés. Si sigue sonriendo con sus preciosos ojos. Saudade es realmente no saber. No saber qué hacer con los días que cada vez son más largos, no saber cómo detener las lágrimas al escuchar cierta canción, no saber cómo vencer el dolor del silencio. Saudade es no querer saber si ella está con otro y, a la vez, querer. Es no saber si es feliz y, al mismo tiempo, preguntárselo a todos los amigos. Es no querer saber si está más preciosa. Saudade es nunca volver a saber de la persona que más se ama. En alguna otra vida hemos debido haber hecho algo muy grave para sentir ahora tanta saudade, concluía Falabella. Y sí, a veces me despierto por la noche y escucho “Layla” a oscuras. En versión desenchufada y con sabor a fuego helado, a hielo abrasador y a saudade. ¿Es grave, doctor?