Publicado en El Norte de Castilla el 9 de febrero de 2018
Vuelven los tiempos oscuros. Como aquellos en los que un imbécil llegó a la conclusión de que los cuerpos desnudos que decoraban los frescos del Juicio Final pintados por Miguel Ángel resultaban pecaminosos y había que cubrirlos con paños de pureza. Un discípulo del maestro se puso manos a la obra y pasó a la historia como Il Braghettone. Hace poco un artista tejano estaba pintando un mural con un detalle de la Sixtina y su trabajo fue interrumpido por un policía para que tapase las desnudeces. Esto sólo es el principio. En la universidad de Berlín borran un poema más ingenuo que un tattoo de Hello Kitty porque ha ofendido a algunos. Retiran un cuadro de ninfas desnudas en una galería de Manchester. Cambian el final de la ópera Carmen. Piden retirar una pintura de Balthus porque a una niña se le ven las bragas. A Tim Burton le presionan para que cambie el final de Dumbo, su nuevo film. Del Rijksmuseum retiran 23 vocablos de los rótulos que han molestado a algún colectivo. La Organización Mundial de la Salud pide que todas las películas en las que se fume se prohíban a menores. Censuran carteles de Egon Schiele en los metros de varias ciudades. “Matar a un ruiseñor” y “Huckleberry Finn” se prohíben en las aulas yanquis tras las protestas de una madre… Vaya, que nos está quedando una Edad Media cojonuda. Regresa Torquemada. Suena a ficción pero ya está aquí. Nos acordamos de la cruzada en los Simpson contra la llegada del David de Miguel Ángel a Springfield porque es “una guarrada y representa unas partes del cuerpo humano que, por muy prácticas que sean, son malignas”. A eso hemos llegado. Todo nos escandaliza. Todo nos ofende. Las redes sociales son ahora el catafalco donde antes se quemaba a las brujas. La puritana moral yanqui ha traspasado las fronteras y al universo entero le recorre un anhelo correctivo, una vocación higiénica. Nos ofenden las chirigotas, los raperos, los titiriteros. Nos molestan los que andan en bici, los que andan en patinete, los que corren, la estatua de Woody Allen en Oviedo, los niños jugando a la pelota en la calle, una mujer dando el pecho. Llegará la quema de libros. Y luego la de pelirrojos. Y prohibirán los bodegones de caza. Y las películas con animales porque dirán que incitan a la zoofilia. Pues eso, que el mundo está lleno de idiotas. De idiotas e idiotos, para que nadie se ofenda.