El año 1952 asiste a la publicación, por parte de Bruguera, de la colección Iris. Es el canto de cisne de las viejas novelas pulp de aventuras y el punto de partida de lo que se conocerá como bolsilibros (15×10). También constituye para Pedro Debrigode el abandono de su seudónimo más popular (Arnaldo Visconti) antes de convertirse en el padre de la novela negra española con el alias de Peter Debry. La colección Iris tuvo la particularidad de alternar diferentes protagonistas todos ellos nacidos de la pluma de Debrigode. Por un lado se rescataron historias de personajes ya conocidos (El Pirata Negro, El Halcón y Diego Montes) y, por otro, surgió un nuevo personaje, El Aguilucho.
Ricardo Mendoza, al que los ingleses conocen como Dick Mendoza, es el hijo de un buhonero español que recorría la Huella del Dragón. Por tierras indostánicas, alrededor de Ceylán y de la tierra de los Lamas, despliega su rebeldía, su indisciplina y su desacato a toda norma de buen vivir mientras asalta alcobas y destrona tiranos. Conquistador incansable, temerario burlón y dotado del don de varias lenguas además de apuesto, felino y escurridizo. Por su facilidad en encarnar personajes tan opuestos como un derviche saltarín del Ganges, un rajá sikh de las Montañas o un mendigo musulmán con ribetes de poeta del Korán, es conocido también como Cienrostros. Otros apodos que le contemplan son Turbante Sol, Rajá Todo o Emperador Puñales. Sin embargo, Debrigode nos lo dio a conocer con el sobrenombre de El Aguilucho, porque siempre le acompaña un aguilucho, al que recogió recién nacido, que le avisa de los peligros.
En “Sangre en Ceylán” se enfrenta a la todopoderosa Compañía de Indias y restituye el honor de un hombre que había intentado robar una corona valiosa para ser digno del amor de su prometida. En “La furia de Sang Song” se enfrenta a un salvaje que ha derrocado al anterior monarca y que mantiene drogada a la sultana. Lo hace en la Costa de las Perlas, la isla perfumada, un lugar que todas las potencias desean conquistar por sus riquezas y especias. En “La ciudad inexplorada” nos presenta a un auténtico monstruo, Keneth Lawton, el bebedor de sangre, alguien que ha reclutado un tremendo ejército al que conduce a la misión suicida de conquistar la ciudad inexplorada de Anajpur dejando por el camino miles de esqueletos humanos. En “Río Tormento”, última de las novelas del ciclo de El Aguilucho, un capitán de goleta se lanza a la aventura de rescatar a una mujer que ha sido secuestrada. Para ello tendrá que remontar el terrorífico río Tormento donde viven los daycots, guerreros fanáticos adoradores de los dioses del exterminio. Paralelamente, Dick Mendoza decide regresar a Anajpur para saber qué fue de Keneth Lawton. Lo hace también remontando el río Tormento.
En fin, otra serie asombrosa de Debrigode, escrita con una riqueza estilística apabullante, demasiado barroca a veces, casi de espíritu shakesperiano. Llama la atención, desde luego, la capacidad asombrosa de Debrigode para inventar historias y para hacerlo con un lenguaje tan cuidado. Lástima no poder deleitarnos con más aventuras de este prodigioso charlatán, mentiroso embaucador y aguilucho de alcobas que nació, sin más brújula que el azar y la aventura, para vivir inquieto y bullidor. “No soy un loco majadero. Otros buscan la inspiración del mosto y yo la encuentro en mover la lengua fanfarrona. Pero es mi empeño siempre, cumplir lo que fanfarroneo”.