Publicado en El Norte de Castilla el 14 de diciembre de 2018
No acudió. Sigue convaleciente. Algunos esperábamos algo así como una aparición divina. Una revelación. Nos dicen que, tras el infarto que tuvo hace dos años, no le conviene esta avalancha de emociones. Mientras sus amigos y todos sus fieles le recordaban, Luis Eduardo Aute permanecía en celoso retiro. Seguro que le llegó el delirio sanador de miles de fieles al tiempo que un puñado de amigos hacían volar sus versos y cantaban sus canciones logrando que el mundo fuera durante unas horas mucho mejor. De alguna manera Serrat, desde dentro con Silvio, de paso con Ana Belén, Dani Martín señalando las cuatro y diez en el reloj de la belleza y muchos más, todos con el alma en bandolera. Autemoción en estado puro, como dijo el poeta Fernando Beltrán, que le bautizó a la vez como “un relámpago, un yunque, un gamberro del idioma, Sancho Panza del verso”. Fue, más que un concierto, un aullido de ánimo a veinte voces y doce mil corazones, una ceremonia mística de fervor, una celebración litúrgica destinada a espantar tristezas y melancolías. Toda una congregación de devotos entonando a una el mantra del “qué terriblemente es estar vivo, sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido”. Con Aute invisible pero más presente que nunca, aparecieron los tambores de Calanda redoblando como diablos exterminadores, haciendo del delirio sordera e imitando los ladridos de luz de un perro calandaluz. Insurrecto genio, renacentista del siglo XXI, autor de más de quinientas joyas musicales capaces de vacunar cicatrices, trovador único y comprometido, nadie como Sabina para recordarle (“decir Aute es decir pasión en vena”), con su paleta de marfil, su caramelo de tristeza, el Caín que canta acuarelas de Dalí, el Abel que pinta novelas dylanianas. Con él llevamos buscando toda la vida rosas en el mar y las hemos ido encontrando poco a poco. Pero son rosas con todavía muchas espinas. Felizmente, él nos sigue vacunando contra los caníbales light, los perros policías y los nuevos vampiros sedientos que intentan conquistar un mundo donde ya nada es verdad. Ni siquiera las mentiras. Ahora me encerraré con mi gurú secreto en mi concierto privado. El nuevo disco del maestro grabado en su última gira. “De la luz y la sombra”. 34 canciones. 2 horas, 22 minutos. Desde hace tiempo, sus canciones y sus poemas se han convertido en mi Biblia. Así que, ¡ánimo, animal! Recuerda que eres amortal.