Nueva joyita del maestro Silver Kane. Dividida en dos partes muy distintas. La primera cuenta la historia de un boxeador, su ascenso fulgurante, los combates amañados y el trágico final al ganar el campeonato nacional tras matar en la lona a su contrincante. La segunda parte, claustrofóbica, algo teatral, atravesada por el terror, el misterio, la duda, la incertidumbre, la intriga, los golpes de efecto, se desarrolla casi por completo dentro de un apartamento (y también el apartamento de enfrente) con la angustia y la incertidumbre de saber si se ha producido un asesinato en uno de ellos. La novela comienza hablándonos del horrible caso protagonizado por Elsa Wolcester y nos avisa de que todo comenzó, sin que ella lo sospechara, dieciocho meses antes en San Luis, a orillas del Mississipi, cuando un promotor de combates buscaba nuevos boxeadores. Es el principio de una historia en la que hay un poco de todo, combates amañados, un boxeador atormentado, un par de bodas al unísono, un aristócrata pusilánime (Lord Trumbely) que ha pasado los últimos años de su vida por el Amazonas estudiando las costumbres de los salvajes y adquiriendo cabezas reducidas de tamaño, un editor de revistas muy crítico con el mundo del boxeo, un libro sin aparente valor que, sin embargo, está siendo buscado por varias agencias de espionaje, un hombre (el boxeador Tom Sabanag) que tras un año desaparecido regresa a Nueva York el mismo día en el que su antigua prometida contrae matrimonio y, en fin, la certeza, por parte de la protagonista, de que su amiga Elsa Wolcester ha sido asesinada esa misma noche, durante la luna de miel. “Había allí algo, algo que hizo estremecer convulsamente a Lorena y obligó a George a taparle brutalmente la boca para que no gritase. Aquel algo era la cabeza de Elsa Wolcester reducida a la tercera parte de su tamaño”. ¿Está realmente Elsa Muerta? ¿Es tan sólo un juego siniestro de Lord Trumbely? ¿O hay realmente algo más? Para descubrirlo tan sólo hay que leer “Muere, cariño, muere”.