Publicado en El Norte de Castilla el 21 de diciembre de 2018
El futuro nos atropella sin darnos cuenta. Es el signo de los tiempos. La realidad está a punto de desaparecer consumida por pantallas que todo lo controlan y vigilan, dice Juan Villoro. Habla del VAR, ese invento que venía a hacer justicia en el fútbol, ahora convertido en videojuego. El escritor mexicano, en un fantástico artículo titulado “La felicidad interrumpida”, sostiene que lo peor del VAR es que interrumpe el juego y se queja de que van a cargarse el éxtasis de la celebración de los goles. Ahora, efectivamente, la felicidad se ve suspendida durante un minuto hasta que los tipos de las televisiones dan el OK. Hay, sin embargo, algo todavía mucho peor. Habíamos asumido ya que los árbitros son humanos y se equivocan. Eso a pesar de comprobar que casi siempre se confundían a favor del equipo grande. Ahora la cosa es más grave. Villoro incide también en ello: “Si el sudoroso juez llega tarde a la jugada y comete una pifia, nos acordamos de su madre y de la falible condición humana. Si un invisible tribunal electrónico hace lo mismo, pensamos en la mafia rusa”. Dicho de otra forma, preferimos que no nos piten un penalti porque el árbitro se equivoca antes de que no nos lo piten porque los que están en la sala del VAR (con ese nombre seguro que acompañados de unas cañas y unas tapitas) no lo quieran pitar. Es evidente que se multiplica por mil la felonía. Al final, Mendilíbar tenía razón. Él fue el primero que se opuso a este invento. Compara el VAR con el circo, se queja amargamente de que no se enseñan las imágenes que ven los tipos que controlan todo desde Las Rozas y recuerda que en el Mundial las veíamos todos, incluso escuchando las conversaciones entre los árbitros. ¿Qué tienen que ocultar? Visto lo visto, o son unos inútiles los del VAR o no son imparciales. El fin de semana pasado lo sufrimos. En realidad, todo el año. Llevamos 16 jornadas y ni una sola revisión de jugadas que nos podían favorecer (algunas escandalosas como las de Balaídos). En contra, sin embargo, han revisado todo lo revisable. La mayoría de los que estábamos a favor del VAR hemos cambiado de opinión en estos meses. Nos hemos dado cuenta de que una misma jugada la juzgan de forma diferente dependiendo de la categoría de los equipos y nos hemos cansado de que, visto lo visto, sólo sepan roVAR. Ahora, además, con alevosía y Windows.