Publicado en El Norte de Castilla el 15 de noviembre de 2019

No es un número de lotería ni nada parecido. No es un número cualquiera. Ese 75190 es un símbolo de la infamia. Una dolorosísima huella que perpetúa uno de los momentos más vergonzosos de toda la historia. 75190 es el número que lleva grabado, tatuado, cosido a sangre y fuego en su antebrazo, la senadora italiana Liliana Segre. Con 13 años fue deportada desde Italia a Auschwitz. Ella fue uno de los 776 niños menores de 14 años enviados a campos de concentración nazis. Sólo 25 sobrevivieron a aquel infierno donde lo primero que hacían era marcarte como al ganado. Hoy, con 89 años, Liliana Segre (senadora vitalicia desde enero de 2018) debe acudir a todos los actos públicos escoltada por un par de carabineros. ¿El motivo? La anciana senadora, testigo activo del Holocausto nazi, recibe unas 200 amenazas racistas al día, mensajes de odio, ataques, insultos. Esta escalada del fascismo en Italia ha provocado que se impulse la creación de una comisión parlamentaria extraordinaria para combatir los fenómenos de racismo, intolerancia, antisemitismo e incitación al odio. Una comisión que apoyaría cualquier persona normal pero que, sin embargo, ha sido rechazada por toda la derecha italiana. El bufón Salvini dice que “no tiene sentido porque en Italia no hay fascistas” y, respecto a la anciana senadora, minimiza las amenazas con la apabullante excusa de que a él también le insultan por las redes. Lo dice mientras la extrema derecha y los fascistas campan a sus anchas. Ya no sólo acosan a una pobre anciana (tener que proteger a alguien que sobrevivió aquel infierno constituye una derrota monumental para la sociedad) ahora también les da por quemar librerías, de hecho hace una semana quemaron por segunda vez una en el barrio de Centocelle de Roma. ¿Por qué será que a los fascistas les producen urticaria los libros? En fin, parece que en Europa no aprendemos. Aquí hemos vivido guerras terribles por culpa del odio y del racismo. Los que fomentan todo ello lo hacen desde nuestras democracias. Hitler ya siguió la táctica de romper el estado democrático desde dentro y cuando quisieron darse cuenta el monstruo era ingobernable. En democracia unas elecciones se pueden perder pero lo que resulta terrible es que en unas elecciones se pierda la democracia. En España ya nos hemos puesto al nivel de Europa. El viejo continente se va a la mierda. Y parece que nadie se da cuenta. Vinieron a por los judíos y no dije nada, etcétera. Pues eso.