“En cuanto al Condotiero, mierda a quien lo lea”. Eso decía Perec de esta novela tras ser rechazada sistemáticamente por todas las editoriales de Francia. La repudió. La llegó a odiar. Murió creyendo que el manuscrito había desaparecido. Treinta años después de su muerte, alguien lo encontró. Todas las editoriales de Francia, entonces, se pegaron por publicar esa primera novela (luego aparecería otra anterior) de Georges Perec. Se trata, pues, de una novela de juventud. Una novela fallida. Una novela puzle demasiado enmarañada, con múltiples hilos narrativos que en ocasiones se enredan y se pierden. Una novela que tuvo varias versiones, distinto contenido y extensión, ¡hasta cuatro títulos distintos! Una novela en la que nos encontramos con un personaje recurrente en la obra de Perec, el protagonista sin ir más lejos de su obra maestra, la monumental “La vida instrucciones de uso”. En esta novela primeriza, Gaspard Winckler se dedica en cuerpo y alma a hacer una copia de El Condotiero, pintado en 1475 por Antonella da Messina. Gaspard Winckler es un pintor falsario que lleva toda su vida dedicándose, por encargo, a hacer copias de grandes maestros de la pintura. No es otra cosa, en realidad, que la mano ejecutora de los pedidos de un socio capitalista, un mafioso del mundo de las artes, un tal Anatole Madera. En la primera página de la novela, el protagonista lo asesina. Y el libro se desarrolla a partir de ese momento como una sucesión continua de justificaciones, motivos y consecuencias de ese asesinato. Resumiendo mucho, podríamos llegar a algunas conclusiones:
En fin, “El Condotiero”, obra de juventud, novela post-mortem, relato fallido, pero también germen del Georges Perec genial e imprescindible, el de los retos imposibles, el de los juegos eternos, el que utilizaba sistemáticamente el latrocinio textual y salía victorioso de todos sus retos.