Publicado en El Norte de Castilla el 7 de febrero de 2020
Son muchas sus películas realmente memorables. Películas más necesarias que contingentes. Nos acordamos, por ejemplo, de Alfredo Landa en la piel del bandido Fendetestas en “El bosque animado” o del maestro republicano que bordó Fernán Gómez en “La lengua de las mariposas”. Sin embargo, José Luis Cuerda será recordado sobre todo por habernos regalado “Amanece que no es poco”, la película de culto por excelencia del cine español, una obra que ha creado algo así como una religión y que debería ser de visión obligatoria al menos una vez al año. En ella conocimos a los habitantes de un pueblo delirante que forman ya casi parte de nuestra familia. El cura cuyo alzamiento de hostia provoca admiración entre los feligreses. El médico que disfruta al ver morir tan bien a su paciente (“Qué irse, qué apagarse, con qué parsimonia”). El joven que intenta todos los días que le atropellen aunque, para su desgracia, todos los coches le esquivan. El que quiere ser intelectual porque no tiene ya nada que perder, y poder decir así palabras como glande, víscera o paradigmático. El que levita, el que posa con un rebaño de cabras, el que se desdobla, el que brota en el huerto… El maestro que explica ciencias naturales a la manera de un coro góspel. El cabo que se indigna porque el sol no sale por donde debería salir y la emprende a tiros con él mientras grita: “¡Me cago en el Misterio! ¡Ya no aguanto este sindiós!”. O el novelista, en fin, que ha escrito “Luz de agosto”, la novela de Faulkner, sin darse cuenta de que no puede plagiar a Faulkner en un pueblo que siente verdadera devoción por el escritor americano. Porque en este pueblo surrealista Dostoievski y Faulkner forman parte de las conversaciones cotidianas y te puedes encontrar a un parroquiano plasta que no para de hablar de cómo hay que sobreponerse a ciertos disturbios dialécticos en el fluir de la convivencia con la persona amada mientras recuerda poemas de Pedro Salinas, heterosexualmente hablando, o de Cavafis, desde un punto de vista homosexual. Pues eso, que se ha muerto José Luis Cuerda. A partir de ahora, los amaneceres serán distintos. Nos quedamos los contingentes y se van los necesarios. El amanecismo es más necesario que nunca, llueve en los huertos donde brotan hombres y están tristes los amantes de Faulkner. El cine, el humor y la inteligencia se han parado de repente. Se han quedado sin Cuerda. Como los relojes.