Jerry Middleton regresa a Estados Unidos para hacerse cargo de los negocios y fortuna de su padre, recientemente fallecido y con el que apenas ha tenido contacto desde que éste tomó la extraña decisión de mandarle a vivir a Australia siendo un niño. Cuando se procede a la lectura del testamento, Middleton descubre que sólo heredará una exigua renta mensual de 75 dólares, un solar en el caso de que contraiga matrimonio (el joven está prometido con una bella joven que pensaba que iba a casarse con un millonario y que, nada más conocer la nueva situación, romperá el compromiso) y unas gafas azules estrafalarias que pertenecieron al conde de Cagliostro, un noble del siglo XVIII al que se le atribuían poderes sobrenaturales. Al inocente Jerry le proponen un plan que podría compensar algo la humillación de la herencia y lavar su imagen. Lo que él desconoce es que va a ser víctima de una maquiavélica conspiración que le acabarán llevando primero a la cárcel y luego a un Hospital Psiquiátrico. El azar y el loco frenesí, que habitualmente protagonizan todas las novelas de Harry Stephen Keeler, se apoderarán del relato, con giros inesperados, una trama alocada, casualidades increíbles, situaciones imposibles y un sinfín de hilos argumentales que acabará por unir el autor de forma magistral en esta novela desconcertante, imaginativa y delirante que, además, se ve enriquecida con profundos análisis psicólogicos de algunos de los enfermos del Hospital Psiquiátrico. Y es que en esta novela Harry Stephen Keeler se sumerge en una de sus grandes obsesiones: la enfermedad mental, el mundo de la psiquiatría y los manicomios. Es bien sabido que el autor fue recluido en un manicomio a los veinte años por su propia madre y estuvo allí ingresado durante más de un año. Un hecho que le marcó profundamente y que trasladó a alguna de sus novelas, especialmente a esta magnífica “Las gafas del Sr. Cagliostro” que, por otro lado, quizá sea la obra, junto a “Noches de Sing Sing”, más asequible y famosa de Keeler.