En abril escribía que lo único bueno del confinamiento había sido el reencuentro con mis amigos los mosqueteros y la certeza ya absoluta de que “Los tres mosqueteros” es una de las mejores novelas de toda la historia de la literatura. En la nueva normalidad ha continuado la magia. ¿Qué decir de “Veinte años después”? Pues que es tan adictiva, vigorosa, turbulenta, intensa, elegante, misteriosa, melancólica, inspiradora, rebelde, catártica, estimulante, tormentosa, entretenidísima y maravillosa como “Los tres mosqueteros” pero, además, tiene ese toque crepuscular que la eleva a cotas insospechadas. Han transcurrido veinte años. D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis ya no son protagonistas en la corte. Han pasado los tiempos en que los príncipes les querían asesinar (“¡Aquellos sí eran buenos tiempos!”). Ahora se dejan mecer en sonrisas melancólicas que sobreviven en lo más profundo de su corazón a la pérdida de sus ilusiones juveniles. Hasta que, de pronto, cuando menos lo esperan, las aventuras y las misiones peligrosas vuelven a llamar a sus puertas…