En 1944 la editorial Bruguera sacó a la calle una colección bajo el llamativo y comercial título de Superhéroes. Era una colección de bolsillo (aunque todavía no se había puesto de moda ese formato y seguía triunfando el clásico del pulp) que agrupaba las aventuras de cuatro héroes distintos. Las de El Espectro estaban escritas por A. Ollé Bertrán. Las de El Doctor Niebla por Rafael Gonzalez con el seudónimo de Douglas L. Templewood. Las aventuras de los dos héroes restantes las escribió el gran Pedro Víctor Debrigode. De las seis novelas de Red Colt ya hemos hablado. Es el turno ahora de hablar de las cuatro novelas protagonizadas por El Fantasma.
El Fantasma responde a los estereotipos de personaje pulp por excelencia. Con su máscara, su misterio y su obsesión por aparecer de manera teatral dispuesto a desbaratar los planes de algún malvado. Una larga toga le cubre de pies a cabeza. No tiene rostro (lo lleva tapado por una tela blanca muy brillante) y porta un extraño cinto metálico que le proporciona increíbles poderes. Si pulsa a la izquierda en la chapa de oro atravesada por un relámpago azul, activa “el creador del vacío” que le hace invulnerable a todo disparo, desviando las balas por encima de su cabeza; si pulsa a la derecha, pone en acción “el detector catódico” (gracias a él adivina el pensamiento del que se halla a menos de cinco metros alrededor). Detrás de El Fantasma se esconde el profesor Esdehar Campbell, el cual, dotado de un cerebro único, juró emplear todos los recursos de la ciencia en la lucha contra los que se valían de los progresos modernos para intentar el triunfo del mal. Lo hizo tras el asesinato de su hermano, Graham Campbell, un eminente inventor, y tras retirarse a una pequeña isla para vivir en soledad, lejos de todo contacto humano. Solo reaparece a la vida llamada civilizada cuando algunos de sus amigos le avisan que un peligro se cierne sobre el Universo bajo la apariencia de la Ciencia mal empleada…
En La escuadrilla desaparecida, la primera de las novelas protagonizada por El Fantasma, Debrigode nos presenta a un loco científico que ha conseguido, gracias a un procedimiento magnético de elevada potencia, atraer los motores de los aviones que le interesan, inutilizando sus mandos y obligándoles a aterrizar donde desea. Con ellos el Hombre sin Cabeza va a construir el avión más perfecto y letal que se conoce. ¿Qué misterio oculta el smoking que deambula con todas las características de un ser humano…pero sin cabeza? El Fantasma no tardará en acudir al rescate…
En la segunda de las novelas, Los tres endemoniados, El Fantasma sigue la pista de tres desconocidos científicos que tienen por misión llevar a cabo una serie de atentados encaminados a la destrucción sistemática e irremisible de todos los centros vitales de defensa de la nación. Se trata de una organización científica que ha hallado un medio desconocido para hacer estallar a larga distancia un explosivo de gran potencia y reducido volumen.
En la tercera de las novelas, Huracán en Asia, asistimos al terrible asesinato de tres hombres de ciencia, de posición y de talento. Son asesinados ellos, toda su familia y sirvientes por un compañero de estudios, Montagu Grey, un tipo ambicioso con un proyecto criminal en Asia. Para encender en aquellos hombres la guerra santa que se propone debe excitar en ellos el fanatismo religioso. Va a servirse de una leyenda para hacerse con el control de toda aquella parte del mundo. Según la leyenda, Budah se reencarnará en un hombre blanco, de estatura superior y ojos claros, sin alma. Ese hombre se llamará Huracán. Y él será el Huracán tan esperado por los montañeses salvajes del País de las Nieves, en la frontera indo-birmana. Gracias a ello alentará la guerra asiática armándoles convenientemente, lo que constituirá el primer paso para exterminar la raza blanca aniquilando el ejército colonial británico en Asia. El Fantasma conseguirá impedir su criminal proyecto (hacer saltar las presas del pantano de Kurbu y que con su explosión que quedasen anegados los restantes puestos británicos de la frontera) pero no podrá impedir que Montagu Grey, el hombre que quiso desencadenar el Huracán en Asia, escape.
En la cuarta y última de las novelas, Puertos sangrientos, asistiremos a la batalla final entre Montagu Grey y El Fantasma. En esta ocasión la némesis de nuestro héroe (“Montagu Gray, un gran artista o un criminal, según las circunstancias”) se servirá de Lars Vicki, suboficial submarinista sin escrúpulos, que ha conseguido en dos semanas de prácticas convertir en autómatas a veinte malayos asalariados y utilizarlos para aniquilar las bases 17 y 43 del ejército americano. Unos ataques demoledores que en tres días destruyen dos portaviones y matan a 1.200 soldados. Eso solo es el principio.
Montagu Grey, obsesionado con hacerse con el control total de Asia, se alía con Isuzu Nara, jefe del Servicio Secreto Japonés. La idea es preparar un ataque conjunto y simultaneo sobre las cien bases norteamericanas del Pacífico. Se servirán para ello de un tipo desconocido de sumergible anfibio dotado de lanzallamas de una potencia desconocida y, sobre todo, de un ejército de cien hombres que compondrán la dotación de los “submarinos suicidas”. Huelga decir que El Fantasma desbaratará su plan y, ahora sí, derrotará a Montagu Grey.
Pues eso, Debrigode en su salsa. El Fantasma parece un personaje de pesadilla y no es más que un científico quijotesco. Con reminiscencias folletinescas, claros ecos de la tradición pulp americana y un torrente de fantasía e imaginación. Todo ello flordelisado con la pluma exquisita de Debrigode. Es cierto que no parece acabar de encontrarse a gusto en temas tan fantasiosos, al contrario de lo que le sucede con las novelas de aventuras y policíacas. No es extraño, por ello, que abandonase este tipo de relatos para centrarse en los que le acabarían por convertir en el escritor de novela popular más fastuoso e importante de la literatura española.
“La conciencia es como los metales. Todos se funden si se les aplica la suficiente temperatura”.