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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

TRIPLE ASESINATO EN EL FRONTÓN

Segunda aparición del inspector Víctor Vital, peculiar policía parisino que ronda la cincuentena y que tiene aspecto de catedrático de Filosofía. Tras su memorable debut en “Pánico en la Costa Azul”, conocemos más detalles de este epicúreo sibarita aficionado a epatar a su audiencia. “Alto y corpulento, sin adiposidades, vestía sobriamente, con cierta elegancia de buen tono. Sus ojos, grises, tenían, tras los cristales azules de sus gafas de oro, una expresión irónicamente amable” (en realidad, Víctor Vital ve bien sin sus peculiares quevedos y los cristales azules son su única concesión al romanticismo). Vive con su ama de llaves, la normanda Nicole, que le cocina deliciosos platos; entiende y habla el español… con un acento horrible (algo que le va a venir muy bien en el caso del triple asesinato en el frontón); y está un poco agobiado por culpa de un comisario muy comodón y exigente (“Tengo que lograr pronto el ascenso a comisario. Es una ocupación muy cómoda”).

En esta ocasión Víctor Vital se enfrenta a un extraño caso de asesinato en un espacio cerrado. El escenario no puede ser más original. Un frontón en mitad de París. Un espectáculo que, al parecer, atraía a gran público en los años cuarenta gracias, sobre todo, a jugadoras llegadas directamente desde España. Una de ellas, Rosario, muere en mitad de un partido. La autopsia acaba revelando que la raquetista ha sido asesinada mediante una inyección de nicotina. O, dicho de otra forma, la víctima tuvo que ser inyectada desde las gradas con algún tipo de cerbatana (aunque a Víctor Vital la hipótesis de la cerbatana le resulta en principio descabellada: “un recurso propio de novelista sin imaginación”).  Uno, entre cinco mil espectadores, es el asesino.

Muy pronto, el inspector descubre que entre el público estaba el doctor Blagueur (forense encargado de realizar la autopsia) y su ayudante, el joven y rico estudiante peruano Higinio Arce, que se convierte de inmediato en el principal sospechoso. Descubrimos que es un obsesivo jugador que ha perdido grandes cantidades y que ha intimidado a Rosario para que perdiese algún partido y así poder ganar en las apuestas.

No son los únicos sospechosos. Y más cuando una nueva jugadora, María Regina, es asesinada en idénticas circunstancias. Por allí andan el gerente, Marc Boue, y Ramón Córdoba, el entrenador promotor. También la secretaria del primero, Gabrielle Dodue, que llega a intentar un chantaje para poder participar como raquetista. Asimismo, aparecen como sospechosos los jugadores masculinos que han sido desplazados por las emergentes raquetistas (que atraen a mucho más público), en especial Fernando Arizmendi que ha sido despedido y que no ha parado de quejarse de que el continuo auge de la raqueta quita plazas a los pelotaris masculinos. Y no hay que olvidar, en fin, al maduro doctor Blagueur que acosa a una de las jóvenes raquetistas…

Tras encontrar en su laboratorio un modelo de cerbatana y nicotina inyectable, Víctor Vital ordena detener a Higinio Arce. Mientras tanto, otra raquetista es asesinada en el frontón. El plan de Victor Vital ha surtido efecto así que, como mandan los sagrados cánones de la novela policíaca tradicional, Víctor Vital reúne a todos los sospechosos en el último capítulo… Es el momento de la sorpresa final.

“Triple asesinato en el frontón” es una delicia. Una memorable delicia que tiene de todo:

Primero, un misterio apasionante del que ya hemos hablado.

Segundo, unos personajes muy bien delineados, entre los que merece la pena destacar al peculiar peruano Higinio Arce, un tipo parlanchín, verborreico, una auténtica máscara valleinclanesca en mitad de París (“¿Y qué fin persigue usted, amado Vitalito, con tanto maquiavelismo y tanta vaguedad?”). Un personaje extraordinario y con múltiples aristas que nos regala unos diálogos inolvidables (“Solo tengo tres nimios defectos: el espíritu alado de Verlaine -y señaló la copa vacía de licor-, las mujeres, que no me hacen caso, y el juego, que me vuelve la espalda. Para consolarme acudo por las mañanas a la Facultad de Medicina”).

Tercero, un tenue erotismo alimentado por un desfile de hermosas mujeres y un sutil humor, especialmente protagonizado por las raquetistas vascas y su peculiar forma de chapurrear el inglés. No saben quién mató a su compañera porque, si lo supieran, “serían Chalecolmes” (no es la única vez, por cierto, que se cita a Sherlock Holmes). “Este payaso me parece muy amante del tinto con sifón, pero sin sifón”, dice una de las raquetistas del estudiante peruano…

Cuarto, un protagonista memorable, nuestro detective parisino. Una de las máximas que confiesa Víctor Vital es su religión del confort, la de nunca enfurecerse. “La ira es el soplo que apaga la lámpara de la inteligencia”, dice parodiando al poeta sajón. “Pero al colgar el teléfono su lámpara inteligente parpadeaba irritada”. Experto en resolver casos complicados, sabe indagar perfectamente en la psicología de los implicados y dar una de cal y otra de arena con desconcertante asiduidad (“Ya le he administrado mermelada. Ahora le obsequiaré con vinagre”). En consonancia con ello, y como táctica perfectamente trabajada, sabe presentarse como un perfecto obtuso con el fin de hacer bajar la guardia a aquellos a quien interroga.

Y quinto, un cuidadísimo estilo literario, muy alejado de lo que se le supone a una novela de quiosco. Muy en la línea que explotó, sobre todo en sus inicios, Debrigode, con su habitual forma de escribir entre barroca y alambicada, con un algo de Valle Inclán en la forma y de Agatha Christie en el fondo. En el caso de esta última por el evidente paralelismo que encontramos entre Víctor Vital y Poirot y, sobre todo, por el típico detalle de reunir a todos los sospechosos en el capítulo final. Eso sí, siempre con una muy bien trabajada tensión narrativa que consigue esconder la identidad del asesino hasta el final. Todo muy teatral, por otro lado: “Con ademanes de prestidigitador, satisfecho de su arte, mostró el arma del crimen…”

“Triple asesinato en el frontón” es el número dos de la Colección La Huella (Editorial Bruguera, 1945). Mi agradecimiento a la Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro que ha publicado las cinco novelas protagonizadas por Víctor Vital en un libro imprescindible.

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Debrigode

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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