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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

DOBLE ASESINATO EN LOS ESTUDIOS

Tercera de las novelas protagonizadas por el inspector Víctor Vital. Publicada en 1945 en la editorial Bruguera dentro de la colección La huella (nº 5).

El productor cinematográfico Jacques Peze aparece muerto en los estudios Billancourt. Todo indica que se trata de un suicidio puesto que tiene el arma homicida en la mano y, además, el cuarto está cerrado, sin posibilidad de ser abierto desde fuera. Su ex esposa piensa, sin embargo, que es un asesinato y Víctor Vital, tras examinar la habitación, encuentra una pista que puede darle la razón. Siete personas estaban en los estudios en el momento de la muerte del productor. Los siete son investigados por Víctor Vital, a quien ayuda su amigo Henri Marnier, periodista de afilada pluma. Son la propia ex esposa (Francine); el amante de esta (Claude Muffle), que además es sobrino de la víctima; el director de la película (Guillaume Arsaut); los actores Eileen Stocksilk, Luc Praviel y la joven Vivette, además de la guionista Jeanne Gourde. Víctor Vital no se olvida tampoco del camarero Gaston Dulac… Todo se enreda con la lectura del testamento. El retorcido finado lo utiliza para intentar romper la nueva relación de su ex esposa y para manchar el nombre de la joven Vivette. Francine, la ex esposa, insiste en que no se trata de un suicidio y parece tener pruebas de ello. Se reúne con Víctor Vital en los propios estudios y allí es asesinada delante del inspector. Siete personajes coinciden en estar presentes cuando Peze es asesinado, y los mismos rondan cuando Francine es también asesinada…

Prosigue la investigación y Vital descubre que las coartadas de los sospechosos no se sostienen por ningún lado. Descubre, además, datos que ponen contra las cuerdas a alguno de ellos. Por ejemplo, la guionista cobraba unos emolumentos altísimos por su trabajo dentro de la película. No tardamos en saber que estaba chantajeando al productor ya que conocía un asunto turbio de su pasado. Vital averigua también que el camarero es un licenciado que tuvo que huir del país tiempo atrás por haber cometido un crimen y que mantiene una extraña relación con la joven Vivette a la que visita a menudo. Finalmente, como mandan los cánones, Víctor Vital reúne a todos los sospechosos. Invita también a su amigo el gacetillero Henri Marnier, para que disponga de la exclusiva. Mientras expone sus conclusiones se escucha un disparo: Marnier se ha suicidado.

El show que nos tiene preparado Víctor Vital no ha hecho más que comenzar. Sabemos por fin quién es el asesino y los motivos que le llevaron a actuar así. Vamos de sorpresa en sorpresa. Todo ello muy bien ligado y maravillosamente narrado. Una muestra más del magisterio de Debrigode, todavía influido, como en todas sus novelas de la primera época, por el toque Agatha Christie. Ya se sabe: sospechosos reunidos al final, investigador muy peculiar que recuerda a Hercules Poirot, crimen de habitación cerrada e, incluso, el añadido de un croquis algo cutre del escenario del crimen. Y, por supuesto, un desenlace sorprendente. Como muy bien dice el comisario Fretard, nosotros tampoco pedimos ni buscamos explicaciones al enigmático cóctel que nos ha preparado Víctor Vital: nos conformamos con ser espectadores de sus malabarismos.

Por supuesto, como en toda buena serie, seguimos conociendo más detalles de nuestro inspector favorito. Un individuo que aparenta ser un inofensivo sujeto pero que tiene, tras los azules cristales de sus gafas, una aguda y penetrante mirada, capaz de descubrir muchas cosas. Vive en un piso de solterón epicúreo, en el 53 de la calle de la Boetie. Le gusta la buena cocina, que le sirve con exquisito gusto su ama de llaves. Bebe Cointraeu. Es alto, corpulento, sin adiposidades, de rostro bondadoso. Tiene el cabello gris alisado hacia atrás, viste de forma seria y clásica y sigue utilizando sus gafas de pinza de cristales azules y montura de oro. Confiesa que la paciencia es su única virtud aunque, en realidad, tiene muchas otras. Tiene astucia de serpiente y delicadeza de paloma. Como él mismo dice: “Preciso delicadeza cuando hace falta, y astucia cuando puedo. Soy pragmático. Un viejo fósil con una gran potencia imaginativa, y por eso tengo que frenarla pasándola por el tamiz del método rutinario de la minuciosidad”. Y, por supuesto, sigue empleando su cara de virgencita cándida con el fin de que los sospechosos bajen la guardia. Dicho de otra forma: cuando Víctor Vital se lo propone, desempeña el papel de imbécil a las mil maravillas. “Por el instante debo fingir que me creo lo que el asesino quiere que yo me crea”.

Otra característica que hace muy atractiva esta novela es que se desarrolla en un ambiente muy cinematográfico, lo que permite al autor hacer unas cuantas referencias al mundo del cine. El que el crimen esté ambientado en los famosos estudios Billencourt enlaza esta novela con el anterior caso de Víctor Vital, ya que los estudios de cine están situados junto al Frontón de París, escenario de “Triple asesinato en el Frontón” (además, al comienzo de la novela se habla de uno de los personajes del anterior caso, como estableciendo unos evidentes vasos comunicantes entre ambas novelas).

Y, en fin, la literatura dentro de la literatura. No son pocas las referencias literarias que utiliza Debrigode y que ponen en contexto la novela:

“Mi autora favorita es Agatha Christie. La leo estremecido de temor, porque siempre me temo que al final de la lectura, yo resulte ser el asesino que se busca”.

“¿Hay aquí un crimen a lo Simenon, o crees que es un vulgar suicidio?”

“Mal me figuro a Jeanne en el papel de Fantomas, el abracadabrante asesino astucioso”.

Referencias asimismo al propio Sherlock Holmes (“Tranquilízate; no esgrimiré lupas, ni andaré a rastras por el suelo, olfateando la alfombra”) o al mundo del cine también influido por la moda del género policíaco. En una escena de la novela, el protagonista va al cine a ver una película en la que “asiste al descubrimiento de los misterios más inverosímiles por un detective, un tal Philo Vance protagonizado por William Powell”.

La gran popularidad de las novelas policíacas en el momento en que Debrigode escribe su novela también queda en entredicho a la luz de lo que piensa Víctor Vital. “Ventajas e inconvenientes de que hoy en día las novelas policíacas sustituyan a los antiguos libros de caballería y capa y espada. Todo el mundo lee misterios”. Al hilo de eso le preguntan al propio Vital si él es aficionado a leer novelas policíacas. Su respuesta es sorprendente: “No, no. Para descansar leo novelas rosas”.

En fin, otra joya más de Debrigode. Un canto a su inconfundible estilo y a la imaginación. Como él muy bien dice en la novela, “lo más absurdo que imaginamos, lo imaginamos”. Añadir, además, que tiene razón el comisario Fretard cuando dice que Vital disfruta más andando por el laberinto, que cuando llega a la puerta de salida. A nosotros nos ocurre un poco lo mismo. Bendito Debrigode.

(Mi agradecimiento a la Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro que ha publicado las cinco novelas protagonizadas por Víctor Vital en un imprescindible libro).

 

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Debrigode

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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