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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

ARSÉNICO Y ESTILETE

Quinta y última aparición del detective Víctor Vital. Tras las cuatro primeras novelas protagonizadas por el detective parisino (la primera en 1944 dentro de la colección Guante Blanco y las otras tres en 1945 dentro de la colección La huella) hubo que esperar hasta el año 1952 para que Debrigode se decidiese a recuperar la figura de Víctor Vital. Los tiempos estaban cambiando. Llegaba el formato del bolsilibro. Debrigode, que había firmado las cuatro anteriores novelas como P.V. Debrigode y P.V Debrigaw, utilizaba ahora el seudónimo que le haría famoso dentro del campo de la novela policíaca: Peter Debry. Y lo haría en la colección más famosa de la editorial Bruguera (Servicio Secreto), la que él mismo había inaugurado en 1950 con la ya mítica “La brigada de los suicidas”.

“Arsénico y estilete” comienza de una forma muy original y algo desconcertante. Una escena en Ruán, un prólogo eléctrico, cortante, con un diálogo entre dos personas de las que no sabemos nada. Aparentemente el autor nos describe cómo un hombre seduce a una mujer y posteriormente la engaña. No sabemos quiénes son, pero esta escena será fundamental en la resolución de la novela cuando conozcamos la identidad de los dos amantes… Un prólogo escrito, por cierto, con altas dosis de lirismo: “Rúan, la arcaica ciudad francesa repleta de sabor medieval, estaba envuelta en brumas que tejían encajes aéreos en densos remolinos. Un cielo plomizo parecía desplomarse sobre las mohosas calles. La lluvia golpeaba monótona, como si, adormecida, se aburriera de repetir siempre el mismo destino. Las arcadas de los soportales protegían del agua al estudiante que consultaba su reloj, mirando impaciente a lo lejos, donde una teoría de erguidos campanarios, rezumaban líquida melancolía”.

En el primer capítulo ya estamos en París, donde Víctor Vital se mueve como pez en el agua. Allí asistimos al asesinato de un apuesto joven. La muerte se produce en la celebración de una fiesta de la alta sociedad donde se celebran los triunfos deportivos de varios equipos masculinos y femeninos. Pronto conocemos a los asistentes a la fiesta, en especial a los que rodeaban al finado: Adeline Duprez, las primas Margot Calvet y Louise Doriot, el comerciante murciano Manuel Ortuño y sus dos hijas (Conchita y Julia), los apuestos y seductores Michel Aymé, Gaston Mornay y Jean Preval, Son los sospechosos que comienza a investigar Víctor Vital. “Todos los que instantes antes se sonreían amablemente, eran ahora recelosos personajes, porque alguien había citado a un invitado inesperado: Arsénico”. Efectivamente, el apuesto Paul Nuvion había sido asesinado tras ingerir durante la fiesta una dosis de arsénico. Todo se enreda cuando aparece asesinado Jean Preval en otro capítulo desconcertante y original, como el del prólogo. En él vemos cómo Preval recibe la visita de dos mujeres. Vemos cómo la segunda le mata. No vemos quiénes son las dos mujeres…

Víctor Vital nos irá enseñando el camino. Por de pronto descubre que a Jean Preval le asesinaron con un estilete en forma de cortaplumas que, curiosamente, tienen todos los sospechosos. Al parecer todos ellos recibieron un paquete en su domicilio con un cortaplumas idéntico… “Siete estiletes, pero uno solo hirió… Los siete ignoraban quién era el autor de los envíos”. El tema va aclarándose cuando Vital descubre que Preval se dedicaba a chantajear a mujeres a las que previamente había seducido. Sabemos ahora que una de ellas, Adeline Duprez, es la mujer que en el prólogo había sido engañada en Ruán por un tal Ernest Duc, curiosamente amigo íntimo de Paul Nuvion. Víctor Vital investiga quién pudo añadir arsénico a la copa de Nuvion y visita a Ernest Duc que, aunque no asistió a la fiesta, parece estar involucrado. Entre otras cosas, es el prometido de Louise Doriot… Paralelamente a todo ello, Conchita Ortuño se suicida y confiesa que ella asesinó a Preval cuando comenzó a chantajearla. Queda saber quién envenenó con arsénico a Nuvion y los motivos. El show de Víctor Vital está a punto de comenzar…

En “Arsénico y estilete” deslumbra París. Un muy bien descrito y muy reconocible escenario. El París de las librerías de viejo, de los puentes viejos, de los cafés humeantes y de los oscuros burgueses que guardan turbios secretos. Aunque, por supuesto, por encima del protagonismo de París está la figura descollante y entrañable de Víctor Vital. Se repiten, a modo de recordatorio, descripciones de anteriores novelas. “Era un inteligente epicúreo, que maduraba con gallarda prestancia. Veinte años de servicio en la policía era quizás lo que le hacía mantenerse en una recalcitrante soltería. No tenía la agudeza deductiva y milagrosa de un Sherlock Holmes, ni poseía la extensa cultura y meticulosidad de un Philo Vance. Carecía también de la sagacidad repleta de untuosos refranes de un Charlie Chan, pero había resuelto todos los casos más difíciles que le habían encomendado en la Brigada Criminal. Era un ser humano normal y corriente”. Recordamos su alta estatura, el corte serio de su ropa, el cabello grisáceo, sus ojos grises, bondadosos y amables, la montura de oro de sus gafas y la mesura de sus ademanes. Todos ellos rasgos más apropiados para un catedrático que para el que era un célebre descifrador de enigmas sangrientos. Víctor Vital seguía durmiendo apaciblemente, como hombre de vida tranquila cuyo evangelio era: “Trata lo mejor que puedas a tu cuerpo y tu espíritu”. Eso sí, algunos de sus compañeros seguían reprochándole su afabilidad y la sensación de calma y confianza que infundía en los presuntos culpables. A estas alturas ya todos sabemos que ése es uno de los resortes que maneja el detective parisino. Víctor Vital siempre prefiere operar sobre la base sólida del abandono confiado, a trabajar sobre el engañador ambiente de la angustia. Y “Arsénico y estilete” no es una excepción en su modus operandi. Por cierto, en esta novela desliza Debrigode leves apuntes humorísticos. Por ejemplo, cuando tras analizar el cadáver de Preval y descubrir que había sido asesinado con un estilete, llega a casa y Nicole le deja encima de la mesa una fuente de espárragos. Vital la rechaza con repulsión: “No puedo con ellos, Nico… Se me antojan estiletes”.

En fin, otra obra maestra más de Debrigode. Siguiendo los modelos narrativos de Agatha Christie y mezclándolos con los de Simenon, se empiezan a adivinar ya en algunos detalles el magisterio que sobre Debrigode ejercieron los grandes maestros de la novela negra americana.

Arsénico y estilete, Servicio secreto, nº 117, Bruguera, 1952.

Como siempre, agradecer a la Asociación Cultural Hispanoamericana Amigos del Bolsilibro el haber publicado las cinco novelas protagonizadas por Víctor Vital en un libro del que ya se puede decir que tiene todos los boletos para erigirse en el mejor de todos los publicados durante este año 2021.

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Debrigode

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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