Cuando en 1968 se publicó la recopilación “Red Shadows”, muchos aficionados a la obra de Robert E. Howard pensaron que al fin tenían en su poder el volumen definitivo de la saga de Solomon Kane, el espadachín puritano del siglo XVI que había sido el primer personaje recurrente del autor en su nuevo género de Espada y Brujería. Craso error. Aquella edición presentaba innumerables cambios respecto del original, incluidos textos mutilados. Barsoom presenta ahora un volumen con todos los escritos de Howard sobre Solomon Kane, completos y respetuosamente traducidos de su inglés original, en un volumen bellamente ilustrado y con mapas y numerosas láminas a color. Una auténtica joya.
A estas alturas todo el mundo conoce a Solomon Kane. Un tipo serio, silencioso, adusto, viajero infatigable, estricto defensor de los débiles, justiciero implacable y conocedor de la palabra de Dios. Alto y delgado, vestido siempre de negro, con un sombrero de ala ancha y cicatrices dejadas por el potro de la Inquisición. Un personaje con un nombre muy apropiado: Solomon por el rey sabio de la Biblia, muy relacionado con la magia; y Caín por el primer asesino de la historia, un hombre como él condenado a vagar eternamente. Durante ese largo peregrinar viajará hasta lugares remotos bajo las ordenes de Sir Francis Drake o Sir Richard Grenville, participará en la lucha entre hugonotes y católicos en Francia y actuará como corsario en las Antillas. Pero, sobre todo, viajará por el interior de África (son varios los relatos que allí protagoniza). Hablamos de un África de leyenda, con restos de antiguas civilizaciones, monstruos mitológicos y razas perdidas, y allí conseguirá la vara juju, que le entregará el chamán N’Longa, y que le servirá para enfrentarse con cualquier amenaza sobrenatural.
En fin, “Luna de calaveras” se postula como la edición definitiva sobre uno de los personajes más logrados de Robert E. Howard, el creador del mítico Conan, el Bárbaro. Y aunque tanto Solomon Kane como Conan son dos de los más memorables personajes de novela de aventuras jamás concebidos, uno sigue manteniendo en lugar de honor otro personaje de Howard, el de la maravillosa Agnès de Chastillon. Que quede constancia.
“Creé a Solomon Kane cuando estaba en la escuela superior… Fue probablemente el resultado de mi admiración por cierto tipo de duelista frío, de nervios de acero, que existió en el siglo XVI” (Robert E. Howard).