Fantástica, entretenidísima y muy sorprendente esta novela de Joaquín Belda. Había oído hablar de ella y de cómo algunos consideran a Belda uno de los grandes precursores de la novela policíaca en España, sobre todo por la temprana publicación (1909) de su novela “¿Quién disparó?”. Una novela, por cierto, con la aclaración en cubierta de que se trata de una novela policiaca y con el curioso subtítulo de “Husmeos y pesquisas de Gapy Bermúdez”. ¿Y quién es el tal Gapy Bermúdez? Pues bien, Agapito Bermúdez no es otro que el peculiar detective que protagoniza la novela, un detective superdotado e infalible, con excéntricas aficiones y una inteligencia sobrenatural que deja en ridículo a la policía. Todo ello muy Holmes, con un narrador observador coprotagonista a lo Watson que no es otro que un tal Joaquín Belda, es decir el mismo autor. Desde el principio queda claro que Belda nos regala una parodia del incipiente y exitosísimo género policiaco todo ello a través del humor y de unos rasgos muy castizos y típicamente españoles. La acción arranca con la misteriosa muerte, en una muy abarrotada calle madrileña, de Casimiro Quincoces de Padilla Sandro de Malantúchez y Gomares de Veletri, duque de Aliatar, marqués de Bollullos de la Sierra, grande de España, senador vitalicio, consejero de Aduanas y lector asiduo de “Alrededor del Mundo”. Pronto sabemos que el único capaz de desentrañar tamaño misterio no es otro que Gapy Bermúdez, detective amateur, ex gobernador civil de Lugo, una especie de playboy castizo que se dedica a resolver los crímenes que la muy inútil policía no es capaz de desentrañar. A partir de aquí, todo es posible y todo cabe en esta explosiva mezcla de lo policíaco y lo humorístico que es “¿Quién disparó?”. Personajes de zarzuela que transitan por un Madrid castizo, humorísticas reflexiones sobre el arte de componer una novela policíaca y una verborrea desternillante y sorprendente a cargo de un narrador sin desperdicio. En fin, amena y sorprendente novela de un Joaquín Belda que domina como nadie el despropósito y el absurdo y lo hace con una prosa tan efectiva como brillante. Ahora se comprende la inmensa fama y popularidad de la que gozó Joaquín Belda en su momento. Lástima que hayan caído sus novelas en un injusto olvido. Habrá que insistir con el bueno de Belda.