Mientras las bombas alemanas caen sobre Londres, la policía descubre que, además de los nazis, un nuevo terror se adueña de las calles de la capital. Hay un asesino en serie que está replicando con minuciosidad los violentos asesinatos que Jack el Destripador cometió en 1888. Ante la atrocidad de los crímenes y la falta de efectivos a causa de la guerra, en Scotland Yard se ven obligados a recurrir al detective más famoso del mundo: Sherlock Holmes. Solo él, con la ayuda de su inestimable Watson, es capaz de evitar que el imitador del Destripador consiga completar su sangrienta serie.
Nuevo pastiche holmesiano para mi colección. En este caso, “Estudio en carmesí”, de Robert J. Harris, un título que remite claramente a la primera novela protagonizada por Sherlock Holmes, “Estudio en escarlata”. Novela entretenida, respetuosa con los inmortales personajes creados por Conan Doyle y que tiene como principal aliciente el situar a los personajes en los años 40 del siglo XX, abandonando el habitual paisaje de la época victoriana en el que todos imaginamos a Holmes y a Watson. El propio autor justifica su atrevida decisión por la influencia que tuvo en él todo el ciclo de películas protagonizadas por Basil Rathbone. Como todos recordarán, en aquellas doce películas de la Universal, Holmes y Watson protagonizaban sus historias en un Londres amenazado por los nazis y de lleno en la II Guerra Mundial. En “Estudio en carmesí” el autor utiliza esta circunstancia y, de hecho, el que aparezca Jack el Carmesí, asesinando a sus víctimas los mismos días en los que lo hacía su inspirador, Jack el Destripador, hace dudar a la opinión pública de si realmente es un psicópata criminal el asesino al que busca Holmes o, tal vez, un truco de los nazis para obligar al gobierno inglés a que devuelva la luz a sus calles y así poder bombardearlas más fácilmente. Felizmente, eso sí, a pesar de la deuda contraída con las películas de Basil Rathbone, el autor ha prescindido de darle un toque jocoso al personaje de Watson, huyendo de lo que sí ocurría en aquellas memorables películas en las que Watson (interpretado por Nigel Bruce) parecía en ocasiones un lerdo de mucho cuidado. En fin, muy entretenido pastiche holmesiano, cuya mayor originalidad (el trasladar a Sherlock Holmes a los años 40 del siglo XX) se acaba convirtiendo posiblemente en su mayor defecto. Y es que Basil Rathbone solo hay uno.