Publicado en El Norte de Castilla el 15 de junio de 2023
Dice Hernán Migoya que lo deja. Que se va del país definitivamente. Que le da asco la vida cultural y su disfraz de todo. Hace años fue linchado por su libro “Todas putas”. Ahora dice basta. Una pena. Migoya es uno de los tipos más interesantes del mundillo literario y un gran defensor de la cultura popular. Los gurús de la alta literatura le ven como un tipo peligroso. Él prefiere dejarlo y cruzar el charco. Como muy bien dice “una cultura que respeta a Juan Gabriel es mucho más digna y llena de vida y futuro que una que no respeta a Camilo Sesto”. Nunca entenderé el desprecio que existe a la cultura popular. Tal vez por ello estos días me he lanzado a ver dos series “sospechosas”: “Bosé” y “Cristo y Rey”. Miguel Bosé y Bárbara Rey, casi nada. Dejando a un lado la calidad de ambas series, las dos constituyen un auténtico festín, un viaje nostálgico a nuestro pasado, un reencuentro con muchas personas que se cruzaron en nuestras vidas (son tantos los personajes famosos que salen en ambas que no terminaríamos nunca), muchas horas de televisión en blanco y negro rescatadas para solaz de la saudade. Debo confesar, eso sí, que el morbo del reencuentro con el pasado se multiplicó por mil a la hora de ver “Cristo y Rey” y averiguar si se habían atrevido a incluir en ella a Sandra Mozarowsky. Solo aparece en dos escenas de un capítulo. En la primera, asiste al estreno de una película junto a Bárbara Rey, que descubre que Sandra está embarazada. En la segunda, la vemos muerta tras caer del balcón de su casa. Cuando Bárbara Rey se entera, lo primero que hace es llamar al Borbón para cortar con él. No se han atrevido a más. Pero qué voy a decir yo que, en “Más allá hay dragones”, la novela que le dediqué a la malograda actriz, tampoco lo hice y la oculté bajo otro nombre. Cosas de disfraces. De complejos pop. De miedo a personas intocables. Mea culpa.