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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

PERO… ¿HUBO ALGUNA VEZ ONCE MIL VÍRGENES?

En 1931 Enrique Jardiel Poncela publicó su tercera novela (Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?) en la que abordaba el tema del donjuanismo y del sexo de forma bastante explícita lo que provocó bastante revuelo entre los sectores más puritanos de la sociedad.  En ella nos presentaba a Pedro de Valdivia, el típico donjuán, un seductor profesional con gran éxito que lleva la cuenta exacta de sus conquistas amorosas, alcanzando la increíble cifra de 36.857 fichas. En cada ficha, Pedro de Valdivia hace constar el nombre y apellidos de la dama, el apelativo que la dio en las horas de intimidad, un breve resumen de su historia, una reseña de su persona, otra de su temperamento y carácter, y, al final, el procedimiento de que se valió para seducirla. Vive por y para las mujeres y, de hecho, necesita cuatro mecanógrafas y una secretaria para gestionar los miles de cartas perfumadas que le llegan cada día. El problema surge cuando aparece en su vida Vivola Adamant, la vampiresa por antonomasia, prototipo de la mujer extremadamente bella, sensual e inteligente, una mujer también inmune al amor, alejada de lo único que, según el autor, oxida la belleza femenina (la virtud), a la que han dicho «hermosa mía» en sesenta idiomas y que cuenta por su parte con 37.329 amoríos. Del choque entre estas dos seductoras personalidades sale una ganadora clara. Sobre todo, cuando ella vuelve a aparecer en la vida de él. Vivola Adamant, la mujer que él había querido olvidar y que no había olvidado, la que se movía despacio, igual que las civilizaciones y las panteras… la única que se le había resistido. Unos ricos herederos contactan con Pedro de Valdivia para que seduzca a Vivola Adamant y acaban firmando un contrato en el que él se compromete en el plazo de dos semanas a enamorar a la prometida del marqués del Corcel de Santiago y huir con ella a cualquier país de Europa o de América del Norte. En contrapartida, los herederos se comprometen a la entrega de 200.000 pesetas en el instante en que Pedro iniciara con Vivola la huida. Pedro había sufrido hasta entonces el hartazgo de todo lo existente, el hartazgo del placer, de la vida fácil, de las mujeres rendidas infaliblemente, de las cosas logradas sin esfuerzo, y eso le había arrastrado a un cansancio y a un envejecimiento prematuro, sumergiéndole cada día un poco en las arenas movedizas de la neurastenia. Luego, al encontrarse con Vivola Adamant Pedro había sufrido el amor; todas las incertidumbres del amor, todas las dudas, las depresiones, los frenesíes y las angustias del amor.

En esta nueva novela, Jardiel Poncela nos regala una brillantísima sátira de la literatura erótica, otra vuelta de tuerca al tema del amor, un guiño divertido a las abundantes novelas y ensayos que, por entonces, se encargaban de estudiar el tema del donjuanismo, una novela de aventuras disparatada, de ritmo trepidante, en la que asistimos a la destrucción total del mito del don Juan, y, en fin, una obra brillante, divertida, vanguardista y heterodoxa, una novela desternillante y de un ingenio descomunal, lo suficiente para considerar a Jardiel como uno de los más grandes escritores del siglo XX. No me olvido, claro, del tremendo ingenio del autor para explotar todas las técnicas narrativas y visuales, los juegos tipográficos, las notas al pie que contienen otras notas que a su vez pueden tener otras notas puestas solo para satisfacer el gusto de Jardiel porque siempre quiso tener notas al pie. Hay juegos con el formato de libro, la ordenación de las palabras, juegos gramaticales y comentarios que pueden parecer hoy en día muy censurables. Por eso “Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?” hay que leerla con los ojos de principios del siglo XX y no con los actuales. En el fondo, aunque se le acuse repetidamente de misógino, lo que en realidad esconde esta novela es la aparición fastuosa de una gran femme fatale, como todas aquellas que nos enamoraron en el cine negro clásico.

PD1: Una novela que encierra una pregunta. Es cierto: existieron doce apóstoles, diez mandamientos y siete plagas. Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?

PD2: El propio Jardiel hizo una adaptación teatral de la misma, más breve, titulada “Usted tiene ojos de mujer fatal”

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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