Recuerdo a un niño leyendo con avidez un libro de Tarzán con unas ilustraciones que a mí me parecían alucinantes.
Recuerdo releer aquel libro continuamente.
Recuerdo una especie de éxtasis con aquel personaje, con aquel libro.
Pocas veces uno ha vuelto a sentir esa sensación de hechizo, de arrebato, de asombro y admiración.
Regresar tantos años después al mito de Tarzán tenía sus dosis de temeridad.
Pero Edgar Rice Borroughs lo ha vuelto a hacer.
He vuelto a emocionarme cuando Kala adopta el pequeño Lord Greystoke.
He vuelto a soñar con el niño Clayton que empieza a ser llamado Tarzán (Piel blanca en el lenguaje de los simiso).
He vuelto a sentir el vértigo de la aventura en mitad de la peligrosa selva.
Tarzán de los Monos (de los Simios en esta presente edición con nueva traducción) demuestra por qué es uno de los más grandes iconos de la cultura popular.
Una joya imperdible.
Un clásico de la literatura.
“Dicen que es un hombre blanco, casi divino, de piel bronceada hasta un moreno oscuro, con la fuerza de un elefante salvaje, la agilidad de un mono y el valor de un león. No habla inglés, y se desvanece rápida y misteriosamente después de haber realizado algo valeroso, como si fuera un espíritu incorpóreo”.