¿Qué pasaría si nos visitase el Dios del Antiguo Testamento en forma humana? Dios se presenta primero ante el Papa para anunciarle la noticia (dejándole casi apoplégico del susto). Al compartirlo con el mundo, la reacción es la normal en un caso similar: cachondeo puro y duro. Dios se ve obligado a aparecer una segunda vez (y chamuscar un par de tapices de los aposentos papales) y prometer un milagro: destruir y reconstruir la Torre inclinada de Pisa. Cumplir lo cumple, incluso salva a un niño que se colocó debajo de la torre que caía (la única pega es que para ello la hace caer del lado contrario, donde estaba congregado un abundante público). Dios acude a la tierra (a España, en concreto) como hombre y, a partir de ahí, es el caos. El caos divino.

Y es que, si Dios bajara a la tierra a encontrarse con el hombre, la decepción sería mutua.

De eso va esta joya (divina) de Jardiel.

Del enfrentamiento irremediable entre Dios y los hombres.

De la grotesca cotidianidad de Dios.

De la crítica mordaz hacia la humanidad en su conjunto.

Con el surrealismo y el humor por bandera, Jardiel nos regala unas memorables reflexiones filosófico/teológicas que esconden un oscuro y pesimista mensaje de amargura y desesperanza.

Y es que, desde que Dios se le aparece al Papa, no ocurren más que caos, desgracias y locuras.

Una novela memorable, ácida, en ocasiones dura y siempre desternillante:

«Y una noche lo llevaron a su casa, un palacio inmenso con treinta y seis criados y doscientos cuadros del Greco (tres más de los que el Greco había pintado en toda su vida.)».

Como en sus anteriores novelas Jardiel echa mano de una sorprendente construcción y de un vanguardismo muy creativo y revolucionario con alteraciones de tamaño y tipo en las letras, dibujos, cambios de dirección en la lectura, carteles, avisos, saltos argumentales y un etcétera deslumbrante.

A resaltar el magnífico discurso final de Dios en la plaza de toros: un alegato a la felicidad, a la libertad, al dolor y al placer.

La numeración de capítulos de la presente novela no guarda un completo orden correlativo. Jardiel nos ofrece varias alternativas:

1º. Leer saltando de capítulo a capítulo.

2º. Desencuadernar el ejemplar, alterar las páginas y emprender la lectura.

Finalmente, aún hay otro sistema: coger el libro sin leerlo y arrojarlo por el balcón.

“Pero no está bien que yo recomiende este último sistema. Ya lo recomendarán mis compañeros”.