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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

LOS MONSTRUOS BUSCAN LA NIEBLA

El fiscal Carlo Granzi es asesinado en su despacho de Via Lombardi. Casi al mismo tiempo, el periodista Pietro Amalfi, que acaba de salir de la cárcel, se dirige al despacho del fiscal pues ha sido citado por él allí mismo. Al llegar, se encuentra con el muerto y con dos hombres que aparecen de repente. Para su sorpresa, uno de ellos saca una pistola y dispara al otro, antes de tirarlo por la ventana. En la confusión, Pietro se abalanza sobre el asesino, pero no puede evitar que le dispare… Cuando se despierta está en el hospital y junto a él un policía, el inspector Pavoni. Pietro reconoce en unas fichas policiales al hombre que fue asesinado delante de él: Nicolo Guarnieri, un millonario con negocios turbios que estaba siendo investigado por la policía. Pietro Amalfi empieza a investigar la extraña coincidencia de las muertes de Granzi y Guarnieri. Un vendedor ambulante le confiesa a Pietro que en los días anteriores habían tirado desde el mismo despacho dos sacos de arena de unos 70 kilos… Curiosamente, al día siguiente el vendedor ambulante es asesinado. No será la última muerte relacionada con la investigación que el periodista está llevando (una compañera periodista, un policía, un imitador de voces de la radio, incluso la compañera de piso de su novia). La investigación avanza, ahora ya con Pietro directamente amenazado por el asesino para que deje de investigar. Pietro descubre una factura de un dentista a nombre de Guarnieri. Cuando acude a casa del dentista lo encuentra muerto…

Regresamos a Silver Kane con otra maravilla que no te da ni un minuto de respiro. Acción a raudales, intriga y, de vez en cuando, esos chispazos de genialidad que llevaron a Silver Kane a convertirse en Francisco González Ledesma. Hay una descripción de Roma que recuerda perfectamente las maravillosas y poéticas descripciones que de la ciudad de Barcelona acostumbraba Ledesma a regalarnos en la saga del mítico Méndez:

“El periódico estaba instalado en los bajos de un viejo palacio de los que tanto abundan en el centro de Roma. Cerca de allí se encontraba la Piazza Navona, y al anochecer se oían los tañidos de las campanas de cien iglesias distintas que llenaban de melodías desde el Vaticano hasta el Palatino. Todo el embrujo de Roma penetraba por las ventanas abiertas mezclado con los mil petardeos de los coches, con las risas de las mujeres que pasaban, con los gritos de algún exaltado que hacía ondear una bandera y con las canciones de las chicas que se cambiaban de medias más allá de las ventanas. Aquel viejo palacio estaba lleno de gatos que desde las esquinas llamaban a sus novias, tenía goteras y posiblemente ocultaba alguna catacumba entre sus cimientos, pero los redactores no lo hubieran cambiado por nada del mundo. Sentían que allí palpitaba la entraña eterna de la ciudad”.

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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