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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

LOS DINOSAURIOS TAMBIÉN LLORAN

Publicado en El Norte de Castilla el 5 de julio de 2025

Hace justo 50 años Pink Floyd grababa su nuevo álbum en los estudios Abbey Road. Venían de alumbrar uno de los discos más memorables de toda la historia, el mítico “The dark side of the moon”, y buscaban mantener la llama de la excelencia. Fue entonces cuando, justo mientras grababan las voces de “Shine on you crazy diamond”, se percataron de que un extraño tipo acababa de entrar en el estudio. Era un hombre corpulento que llevaba una bolsa de plástico en la mano, la cabeza y las cejas completamente afeitadas y vestía chaqueta y zapatos blancos. Pensaron que sería algún ayudante del estudio. Sin embargo, tras un buen rato se dieron cuenta de que aquel hombre no era otro que Syd Barrett, el primer líder de la banda. Estaba ausente y muy cambiado. “He comido muchas chuletas de cerdo”, se limitó a decirles cuando se disculparon por no haberle reconocido. El choque emocional fue tan profundo que Waters y Wright no pudieron contener el llanto. Tampoco Gilmour. Lo alucinante del caso es que aquel día Pink Floyd estaba grabando una canción dedicada a él: “Recuerdas cuando eras joven, brillabas como el sol, brilla, diamante loco”. En ella hablaban de cómo le atrapó a Syd Barrett el fuego cruzado de la niñez y la fama, de cómo le intimidaron las sombras en la noche, de cómo viajó en la brisa fría, de cómo se convirtió en leyenda, mártir, profeta, visionario, pintor, flautista y prisionero. Brilla tú, diamante loco. La increíble “Shine on you crazy diamond”, para muchos la mejor canción de Pink Floyd, un tema dedicado a Syd Barrett que tendría que haber ocupado todo un lado del disco, pero que al resultar más larga (26 minutos) hubo que separarla en dos partes, al principio y al final del álbum. Y como las casualidades nunca vienen solas, resulta que aquel mismo día se había casado Gilmour y había organizado una pequeña recepción en un salón del estudio. Barrett se unió a la fiesta, pero antes de que nadie se diera cuenta desapareció sin decir adiós. Sus amigos de Pink Floyd no volvieron a verle. El abuso de LSD, la presión de la fama y una frágil salud habían hecho mella en el genio. Muchos periodistas intentaron entrevistar a la leyenda del rock que se había perdido dentro de su propia cabeza. Le preguntaban por Syd Barrett y él decía que no lo conocía. “¿Es uno de esos raperos?”, se limitaba a preguntar antes de dejar al periodista de turno con la palabra en la boca: “Déjame en paz. Tengo que conseguir un poco de ensalada de col”. Syd Barrett se desangró entre hospitales psiquiátricos y terapias grupales y murió en 2006 a los 60 años. Un año antes, en julio de 2005, hubo otra celebración inolvidable: se cumplen justo ahora 20 años del reencuentro de Pink Floyd sobre los escenarios. Aunque la banda llevaba separada desde junio de 1981 cuando tocaron el último concierto de la gira The Wall, Bob Geldof pensó que la presencia de Pink Floyd en los conciertos Live 8 organizados para ayudar a impulsar el mensaje de conciencia y ayuda hacia África podía resultar crucial. No fue fácil, pero al final los cuatro dinosaurios del rock volvieron a subirse a un escenario. Fue en Hyde Park y aquellos 23 minutos hicieron que el mundo se detuviera y que muchos viajáramos más allá del lado oscuro de la luna. Bajo un inmenso cartel que rezaba “No more excuses”, Gilmour, Waters, Wright y Mason nos regalaron un concierto emotivo que provocó el llanto de muchos fans en el estadio y de los millones que lo vimos en la retransmisión que se hizo a nivel planetario. “Breathe”, “Money”, “Wish you were here” y “Comfortably numb” fueron las pepitas de oro escogidas. Nunca más volvieron a unirse. De hecho, tres años después Wright murió y los dinosaurios volvimos a llorar. Uno recuerda aquel concierto en Hyde Park como uno de los grandes momentos de la música, tal vez sólo comparable al concierto en la azotea de los Beatles (curiosamente, ambos conciertos duraron casi lo mismo). En un caso, se proclamaba la separación. En el otro, el reencuentro. En ambos, el final de un sueño.

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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