Publicado en El Norte de Castilla el 2 de agosto de 2025
El domingo pasado los machirulos estaban tristes. Se les había atragantado el carajillo del desayuno, justo antes de la final del Europeo, con un reportaje de The Guardian en el que señalaban que España no sólo era un equipo, sino un auténtico movimiento, incidiendo en el legado cultural y social de unas futbolistas y en la consolidación de una generación que había jugado para cambiar las reglas. Hablaban maravillas en el artículo de unas jugadoras convertidas en iconos para millones de personas por su firmeza ante la discriminación, por constituirse como pilares de una revolución silenciosa y por haber desafiado estructuras arraigadas en el deporte y la sociedad. No dejando de lado, por supuesto, el talento deportivo que las futbolistas mostraban a raudales en cada partido, se hacía hincapié en el valor de unas mujeres que habían demostrado que el fútbol podía ser un altavoz imparable para la justicia y la igualdad y que, con independencia del resultado, las españolas ya habían escrito una página histórica. El titular del reportaje era, por lo demás, muy elocuente: “El equipo que desafió al sistema y se ganó al mundo”. La desazón provocada por los elogios de todo el mundo hacia nuestras futbolistas lo compensaron los cuñaos de Soberano es cosa de hombres con un mensaje propio de la Edad Media que se sacó del escroto Chicharito, futbolista a quien ya nadie recordaba: “Mujeres, están fracasando. Están erradicando la masculinidad, haciendo a la sociedad hipersensible. Encarnen su energía femenina cuidando, nutriendo, recibiendo, multiplicando, limpiando, sosteniendo el hogar, que es el lugar más preciado para nosotros los hombres. No le tengan miedo a ser mujeres, a permitirse ser lideradas por un hombre que lo único que quiere es verlas felices, porque nosotros no conocemos el cielo sin ustedes”. Con el pitido final, los machirulos respiraron tranquilos y los comentarios despectivos empezaron a inundar las redes sociales. Por ejemplo uno que lo tiene todo, caspa, ignorancia, machismo, bulos y mala baba: “Hasta el equipo de juveniles del Hércules gana a esta selección de elles, dan pena, ¿y queréis cobrar igual que los hombres?, por cierto me alegro en el alma”. Al igual que celebraron el que la selección se quedara sin medallas en las Olimpiadas, ahora lo volvían a celebrar. Paso por alto otra de las taras de estos carcamales de la Brigada Brunete como es su escabrosa preocupación por las tendencias sexuales de las jugadoras, pero no paso por alto dos afirmaciones que repiten como papagayos estos cuñaos de palillo en boca, Marca en la mesilla y tufo a Varón Dandy. Nunca jamás estas jugadoras han querido ganar lo mismo que los hombres. Nunca jamás han dicho eso, pero ellos no dejan de repetirlo como un mantra nazi. Respecto a que cualquier equipo juvenil las ganaría, da hasta vergüenza tener que explicar que por cuestiones biológicas que todo el mundo entiende (fuerza, altura, peso, potencia, resistencia) no es posible hacer comparaciones. Y no sólo entre hombres y mujeres. A ningún imbécil se le ocurrió decir cuando Pedro Carrasco (60 kilos) se proclamó campeón del mundo que hasta el último del ranking de los pesos pesados le podía machacar. Con Ilia Tupuria (70 kilos) podemos decir lo mismo. Son divisiones (tanto por peso como por sexo) que permiten competiciones entre atletas de fuerza y tamaños compatibles, asegurando la integridad y la justicia en cada competición. En fin, que a estas mujeres los de siempre las odian porque son muy buenas, porque son reivindicativas, porque son solidarias, porque son un referente, porque son feministas. De hecho, uno de los insultos más utilizados por estos señoros es llamarlas feminazis que es lo que siempre llaman los nazis a las feministas. Pero ellos a lo suyo, pavoneándose de su galopante retraso cognitivo en redes sociales. Nos queda, eso sí, el ejemplo, el esfuerzo y la magia de estas mujeres, la admiración del planeta entero, el que sigan derribando muros históricos y la demostración de que, incluso en la derrota, son unas auténticas reinas.