Publicado en El Norte de Castilla el 16 de agosto de 2025
Se están poniendo de moda tantas cosas terribles que es casi mejor encerrarse una cueva y esperar a que pase el temporal. Y es que soplan vientos de desguace. Antes de dejarnos para siempre hace cinco años, el añorado Aute, congelado en un vacío de rascacielos y cascadas, ya nos previno de las genocidas escaladas donde Caín hace de Abel, donde Abel hace de Caín. Se ha blanqueado demasiado a los monstruos. Y los monstruos ya están aquí. Anticipando los vientos de desguace. En toda esta loca deriva lo que uno lleva peor es el tema de la Sanidad. Será que algunos empezamos a ver las orejas al lobo. Hace no mucho hubo una fuerte polémica porque una influencer (sigo sin saber muy bien qué es eso), tras ser diagnosticada en Estados Unidos de cáncer, se había mudado a España para seguir con el tratamiento, asegurando que allí la sanidad es una basura, un negocio donde te tratan como a un cliente, no como a un paciente. Fueron muchos los que criticaron la hipocresía de todos estos influencers y youtubers que se van de España para no pagar impuestos pero que ante cualquier problema grave de salud regresan para ser tratados aquí. Por las mismas fechas, el actor Sergio Peris-Mencheta contó que su tratamiento contra la leucemia le había costado cinco millones de dólares y recalcó la importancia de cuidar y valorar la salud pública que tenemos en España. Por cierto, antes de que los salvapatrias rebuznen decir que el actor vivía allí y trabajaba allí, además de contar con el seguro de actores que, por lo visto, es uno de los mejores que hay en Estados Unidos. Todo esto, por lógica, está relacionado con otra polémica que nos visita día sí y día no: la necesidad de pagar impuestos. Muchos, siguiendo las arengas de los insoportables youtubers andorranos y los de las banderitas que luego se llevan el dinero fuera de España, alzan su voz contra los impuestos. Incluso muchos cuñaos que no tienen donde caerse muertos claman contra el hecho de que se les suban los impuestos a las grandes fortunas. Siguen la podrida senda de gurús insolidarios como Esperanza Aguirre que no deja de decir que no cree en el estado del bienestar y que el Estado no tiene que ocuparse de las personas mayores, ni de la educación, ni de la salud de la gente. Otro que tal baila y que ha llegado a la política para lo que ha llegado, recién pillado con el carrito de los helados tras cobrar 100.000 euros por un trabajo que no concreta, el tal Alvise, pide a los españoles que no paguen impuestos porque “Hacienda es una mafia” y llama a la insumisión frente a un Estado que, en su opinión, saquea a los empresarios. De neocons a neonazis y tiro porque me toca. Con este caldo de cultivo son muchos los que critican el sistema y les parece una aberración que, por ejemplo, Carlos Alcaraz pague el 46% del premio de Roland Garros o que de los 40 millones del nuevo contrato de Lamine Yamal, la Agencia Tributaria se pueda llevar cada año 20 millones. Los ricos y los imbéciles se cabrean: “que les quiten tanto dinero a esta gente y haya quien lo aplaude es el síntoma de una sociedad enferma, aplauden al ladrón y señalan al que triunfa, luego lloran porque los genios se van”. Eso dice algún iluminado. No, so bobo, una sociedad enferma es aquella que permite que unos neonazis vayan a Torre Pacheco a la caza del emigrante, una sociedad enferma es toda esas “personas” que los apoyan y los jalean. Menos mal que hay gente como Rayden que proclama que está encantado con que se lleven ese porcentaje de sus ingresos: “Tras ver todas las pruebas y cuidados paliativos que hicieron a mi padre (gracias a la Sanidad Pública), y la calidad humana del personal sanitario, poco me parece”. Igual habría que votar a partidos que no paran de recortar en sanidad mientras le entregan millonadas a la privada. Pero bueno, como decíamos al principio, es una batalla perdida. Así que, como soplan vientos de desguace, abrázame fuerte que está al acecho el enemigo, que tengo miedo de mi miedo, que me señalen con el dedo, que tengo miedo de esta orgía de patriotas en posesión de la verdad. ¡Cómo te echamos de menos, querido Aute!