Publicado en El Norte de Castilla el 25 de octubre de 2025
Cuando en la última escena de “El silencio de los corderos” vemos que Hannibal Lecter ha encontrado al doctor Chilton una sonrisa de satisfacción nos invade, a pesar de que sabemos que lo siguiente que va a hacer es asesinarlo y comérselo (quizá regado con un buen chianti). ¿Qué es lo que nos lleva a ponernos del lado de un asesino despiadado que no sólo mata, sino que también se come a sus víctimas? ¿Por qué nos apasionan los villanos? ¿El discreto encanto de la perversidad tiene tanto poder de fascinación? ¿Es cierto que el ser humano siente una terca atracción por los abismos? La seducción del mal delineada en este caso con la geometría del horror tiene, en nuestra época, un auténtico icono. Se llama Hannibal Lecter y lo creó, a lo largo de cuatro fantásticas novelas, el escritor Thomas Harris, aunque muy probablemente el doctor Lecter sea más real de lo que pensamos y no se encuentre muy lejos de nosotros. De hecho, podemos seguir su rastro con facilidad casi desde su nacimiento en Lituania. Sus padres fueron asesinados por los nazis durante la II Guerra Mundial. A Hannibal y a su hermana Mischa los apresó un comando de lituanos traidores que acabaron matando (y comiéndose) a la pequeña. Él se salvó, pero su corazón (y su fe en Dios y en la justicia) murió con Misha. Con trece años se trasladó a Francia donde entabló una especial relación con su tía, Lady Murasaki. Y como nuestras cicatrices tienen la virtud de recordarnos que el pasado es real y la memoria no deja de ser un cuchillo que acaba hiriéndote tarde o temprano, el joven Hannibal comenzó la cacería de aquellos que mataron y se comieron a su hermana. Con el primero de ellos, hizo una brocheta de setas y mejillas. Fue el comienzo de todo. En especial, cuando se enteró de que él también se había comido a su hermana en el caldo con el que lo alimentaron los lituanos. Sabemos que Hannibal Lecter se estableció como psiquiatra en Baltimore y trabajó como auxiliar del FBI en la elaboración de perfiles psicológicos criminales. Detenido en 1975 por el agente Will Graham y acusado del asesinato de al menos nueve personas fue enviado al Hospital Psiquiátrico de Baltimore para Criminales Dementes. Allí conoció a Clarice Sterling, la joven agente del FBI con la que comenzó una extraña relación. Tras escaparse, terminó en Florencia como conservador de un museo y continuó su desquiciada carrera de crímenes para finalmente, de vuelta en Estados Unidos, reencontrarse con Sterling. Lo último que se sabe de ellos es que el antiguo cuidador de Lecter los vio juntos en Buenos Aires (al parecer Hannibal la sometió a diversas técnicas para remplazar sus memorias y hacerla creer que era Misha). ¿Qué podemos decir de Lecter? En realidad, no existe palabra que lo describa, excepto monstruo. El exquisito y culto doctor Jeckyl amante del arte, la música clásica y la buena cocina frente al Hyde monstruoso que no pasa de 85 pulsaciones cuando se come la lengua de sus víctimas, que declama La Divina Comedia mientras te come el hígado y que prepara una cena de mollejas de un inepto flautista sólo para mejorar el sonido de la orquesta. Lecter es una terrible metáfora de la maldad. Le gusta matar y lo hace con deleite. Todos los asesinos guardan tesoros de sus víctimas. Él no lo hace. Él se las come. Es un vampiro moderno. Mientras Drácula se bebía la sangre para poseer a sus víctimas, Hannibal comprende que la única forma de poseerlas es a través del canibalismo. Sustituye la sangre por la piel y prepara con ella platos de alta cocina regados con vinos de 700 dólares. Lo hace sin ningún sentimiento de culpa, regodeándose en sus actos. Se nos presenta como un caníbal exquisito. Terrible y aterrador, pero también fascinante. Regresamos al principio, a la atracción y el hechizo que ejerce sobre nosotros el mal. El doctor Lecter asombra por su crueldad, pero también por su refinamiento intelectual. La maldad opera en él con una belleza insoportable, así que no dejen nunca que Hannibal Lecter entre en sus cerebros. Por cierto, ¿han dejado de chillar los corderos?