“Solía bailar al son del latido de los demonios. Fue en otra época. Lo sabes bien. Ahora todo ha cambiado. Tengo un amigo que te hubiera metido una cruz de plata por el culo. Soy africano e hijo del Teide. Soy libre. No tengo amos. Ya no le debo ni a Dios ni al hombre ni al puto diablo un momento de servidumbre. Ya no”.
El murciélago y el infierno (pág. 41), amazon.es