Convencido de que hay fuegos buenos y fuegos malos, llegó dispuesto a quemar la ciudad. Nos recordó que lleva cuarenta años sacando discos y que, probablemente, cuando editó el primero no había nacido aún. Nos invitó a rezar a la Santísima Trinidad de Buster, Groucho y Charlot. Nos recomendó olvidar el pasado ya que atrás solo queda el humo de las naves. Nos abrió los ojos para decirnos que Ulises no fue a salvar a Helena sino a escuchar la terrible canción de las sirenas (y, de paso, olvidar a la Penélope que le teje las cadenas de su vida). Nos previno de los tiranos disfrazados de patriotas salvadores. Reconoció ser un loco que aún espera que de noche salga el sol y que todavía cree que otro mundo es posible, un mundo sin fronteras, sin patrias ni banderas. Al igual que el viejo Cohen, Aute confesó haber visto el futuro, que no es otra cosa que un asesinato. Tal vez la sombra que arrastre se le escape, tal vez haya perdido los tesoros de los mapas, tal vez no haya encontrado ningún faro en ningún puerto. Es lo mismo. Sigue siendo el mayor genio de este país. “Que sepulten la Utopía…. Dame clases de poesía con tu cuerpo esta noche”. Amén.