Artículos publicados en el especial Status Quo de El Norte de Castilla (3 de junio de 2012)
STATUS QUO VADIS?
(O DE CÓMO LOS VIEJOS ROCKEROS TAMBIÉN TIENEN CORAZONCITO)
Había una canción. Había una chica. La canción protagonizó una noche mágica. La chica tenía los ojos del color de un violín en llamas. Busqué durante mucho tiempo aquella canción. No sabía su título ni quién la cantaba. Muchos años después conseguí dar con ella. Era Don’t drive my car, de Status Quo. Para entonces, la chica de los ojos del color de un violín en llamas ya no estaba.
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A estas alturas cuesta pensar que haya alguien en el mundo que no conozca a Status Quo. Más de cuarenta años en la carretera, 65 singles en la radio, más de cien millones de discos vendidos, un buen puñado de récords en su haber, ¿alguien da más? Tras unos comienzos de flirteo con el rollo lisérgico y florido de la psicodelia que se llevaba entonces, tiraron las flores a la basura y se dedicaron a lo suyo: rocanrolear, sacudir melenas, interpretar como nadie ese boogie-hard-rock que pronto les hizo famosos. Las guitarras de Francis Rossi y Rick Parfitt más la contundente sección rítmica de Alan Lancaster y John Coughlan protagonizaron toda una saga discográfica desde 1970 a 1976, siete obras maestras repletas de un explosivo hard rock lleno de boogie y blues. El corolario de aquella fantástica época fue el Quo Live, perfecto resumen de un tiempo mítico e irrepetible. Los 70, una década que nos dejó cientos de discos prodigiosos (cuando todavía se pensaba que un disco podía cambiar el mundo), una década que parió la mejor música de la historia (y el que lo discuta, se va a la calle), una década en la que salían bandas maravillosas de debajo de las piedras. Curiosamente, muchas de esas bandas, tras alumbrar un buen puñado de obras maestras, generalmente a disco por año, ponían de alguna forma punto final a su carrera con un disco en directo. O se separaban o nunca volvían a ser los mismos. A Status Quo podríamos encuadrarlos en el segundo apartado. Y eso que luego vinieron bombazos como Whatever you want o In the army, pero ya nada volvió a ser igual. Un productor manazas, el innombrable Pip Williams (la Yoko Ono de los Quo) comenzó a destrozar muchos de los nuevos trabajos del grupo y a intentar americanizar su sonido, con producciones a lo Augusto Algueró: ya saben, sonidos limpios, guitarras escondidas, batería blanda, cientos de efectos de sonido y teclados excesivamente presentes. Un horror, vaya. Sobre todo, porque ese no era ni el sonido ni el estilo de Status Quo.
Tantos años y tantos discos dan para muchas historias. Una de las más recurrentes es aquella de que los Quo siempre hacen la misma canción y que sólo utilizan un par de acordes. Por eso quizá sean una de las bandas menos valoradas del rock, algo que sólo responde a la ignorancia y al desconocimiento que tiene la gente de la inmensa mayoría de las canciones que han hecho mítica a la banda. El público sólo conoce las cuatro canciones famosas y las que se emiten por la radio o forman parte de los set-lists de los conciertos en directo. Olvidan que las mejores bandas de rock son aquellas que tienen decenas de joyas escondidas en sus álbumes, canciones preciosas que, por uno u otro motivo, son completamente desconocidas para el público mayoritario. Status Quo es un ejemplo de lo que digo. Probablemente su personal e intransferible boogie-rocanrol a base de bestiales guitarras y demoledoras líneas de bajo y batería ha dejado en un segundo plano un apartado fundamental en toda banda que se precie: las baladas. Y muchos sabemos que las mejores baladas las suelen componer y cantar los chicos duros. Los Quo no son una excepción.
Desde sus lejanos comienzos psicodélicos podemos encontrar ejemplos. Hay, sin ir más lejos, un tema, Are you growing tired of my love (del que incluso circula un vídeo por internet con look inenarrable de los Quo), que abre el fuego en esta materia, la de demostrar que estos tipos duros tienen corazón. En Ma Kelly’s Greasy Spoon (1970) es el rubio Parfitt con una joya exquisita (Everything) quien nos sorprende. En los siguientes discos, los de la saga gloriosa de los 70, hay pepitas de oro inolvidables en todos ellos. En Dog or two head (1971), Nanana; en Piledriver (1972), hay dos preciosas baladas (A year y All the reasons, más un blues inolvidable: Unspoken Words); en las dos obras maestras de la banda, Hello! (1973) y Quo (1974), a pesar de ser dos auténticas biblias del hard-rock, los chicos de Status Quo se ponen tiernos en dos baladas contundentes: And it’s better now y Lonely man. En On the level (1975), Rossi nos susurra al oído Most of the time y Parfitt la preciosa Where I am. En Blue for you (1976), tenemos el delicado blues que da título al álbum y con Rockin’all over the world (1977) llegamos a la primera colaboración de los Quo con el chapuzas amanerado de Pip Williams. A partir de ese momento, ya nada va a ser igual. Seguiremos teniendo baladas, muchas de ellas maravillosas, pero la producción y los arreglos van a chirriar más de lo habitual. Sobre todo por la obsesión que les entró a los Quo (o a la gente que les rodeaba) por americanizar su sonido. No nos confundamos, los Quo siguieron pariendo obras maestras, algunas de ellas se convirtieron incluso en sus mayores éxitos, pero el espíritu guitarrero y setentero desapareció más veces de las deseadas. Aún así, nos siguieron dejando magníficas baladas. Ya en el nombrado Rockin’all over the world tenemos Who am I? y la conmovedora For you que Rick le dedicó a su entonces mujer. En If you can’t stand the heat (1978), la delicada balada Someone show me home y en el famosísimo álbum de 1979, el Whatever you want, destacaba, casi por encima del machacadísimo himno que daba título al LP, la fabulosa Living on an island. Al año siguiente, otro disco en la misma línea, Just supposin’ nos regaló otra de esas perlas que cantan a medias Rossi y Parfit, la preciosa balada titulada paradójicamente Rock’n’roll. Y llegamos a los 80, época de horrores sónicos, de modas inenarrables y de locuras incomprensibles en el mundo de la música. Los Quo no se quedaron atrás. Aun así se pueden salvar algunas baladas realmente inolvidables: Too close to the ground, en el infame Back to Back de 1983; Who gets the love y I know you’re leaving en el no menos infumable Ain’t Complaining de 1988; la preciosa 1000 years en Perfect Remedy (1989) y, por no dejar a un lado el disco más exitoso de esa olvidable década, el famosísimo medio tiempo que dio nombre a In the army now (1986) y que todo el mundo ha escuchado en numerosas versiones. En fin, con los 90 los Quo parecen intentar regresar al redil aunque no acaban de abandonar un sonido demasiado atemperado. Las baladas, eso sí, continúan apareciendo con cuentagotas pero con mucha clase. En Rock ’til you drop (1991), dos temas preciosos de Andy Bown (el quinto Quo): Warning shot y el que da título al álbum. En Thirsty Work (1994), una preciosa balada de Francis Rossi (Sorry) y una versión de un tema de ¡Jennifer Warner! Es la época en la que a los Quo les da por sacar álbumes de versiones, y no parece el momento de meter en esta selección de baladas-Quo los covers de Don’t stop, de los Fleetwood Mac, o Johnny and Mary, de Robert Palmer. En fin, últimas baladas a reseñar: un par de preciosos temas de Rick Parfitt, con su reciente bypass, en Under the influence, This is me, ya en el 2005 y, por ejemplo Tongue Tied y el preciosísimo blues Electric Arena en el infumable In Search of the Fourth Chord (2007), donde vuelven a poner a los mandos de la producción al innombrable anticristo. En su último disco, Quid Pro Quo (2011), estos viejos rockeros vuelven a hacer lo que mejor saben hacer, canciones rock y blues machacadas al viejo estilo aunque, ay, se echa en falta una buena balada como en los buenos tiempos. Seguro que muy pronto nos seguirán regalando nuevas pepitas de oro que demuestren que estos tipos tan duros también tienen corazoncito. Ya saben: Status Quo, la biblia del rocanrol. En fin, que si los Quo no existieran, sin duda habría que inventarlos.
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Por cierto, sospecho que en el concierto de Valladolid los Quo no tocarán Don’t drive my car. Pero, ¿y si lo hacen? ¿Y si después de tanto tiempo volviera a aparecer la chica de los ojos del color de un violín en llamas? Nada es imposible. Y estando por medio un grupo como Status Quo, menos.
CORAZÓN DELICADO VS CORAZÓN SEDUCTOR
Aquello de sexo, drogas y rocanrol le viene como anillo al dedo a Rick Parfitt. Abuso de todo tipo de sustancias, caprichos de rock-star (aviones privados y lujosísimos coches que acababa destrozando por conducir con demasiada alegría en el cuerpo), y mujeres, muchas mujeres. Conquistador impenitente, con varias relaciones a sus espaldas más o menos tormentosas, no hace mucho se conoció una historia como poco singular. Nigel Hewit, un devoto de los Quo (hasta el punto de llamar a su hijo Rick Francis) ejerció de celestina entre Rick y su propia mujer. Pronto el flirteo comenzó entre la rock-star y la dulce mujercita del fan-quo. Al parecer, Nigel accedió a que su mujer se acostara con Rick siempre y cuando él pudiera participar también. Tiempo después la mujer abandonaría a Nigel para comenzar una historia con el rubio guitarrista. Aquello no duró mucho. El problema para el bueno de Nigel es que su mujer ya no volvería con él y acabaría casándose con otro tipo. Un Nigel desesperado se ahorcaría el día del cumpleaños de ella. En fin, cosas del mundo de las estrellas de rock. Lo que no hay que olvidar es que, a pesar de los excesos de Rick, en 1997 sufrió una operación a corazón abierto en la que le pusieron un cuádruple bypass. Además ha sufrido otras dos operaciones de corazón no hace mucho. Pues eso, que los viejos rockeros nunca mueren.
CORAZÓN NOSTÁLGICO VS CORAZÓN MATERIALISTA
Resulta difícil saber qué es lo que puede más, si el deseo nostálgico de volver a reunir a los cuatro fantásticos que parieron los mejores álbumes del grupo y protagonizaron la gloriosa década de los setenta, o el deseo de seguir estrujando las tetas al mito Quo y dar lo que pide el público a cambio, se supone, de un buen talonario. En todo caso, y tal vez por el delicado estado de salud de Lancaster, lo cierto es que se han disparado los rumores del posible reencuentro de los frantic four. Todo hace indicar que Francis Rossi y Rick Parfitt se van a reencontrar con Alan Lancaster y John Coughlan para una serie de conciertos en 2013.
A pesar de las serias diferencias (juicios incluidos), no parece descabellado soñar con una reunión de la formación original de Status Quo. Sería el momento de recuperar la esencia de los Quo más clásicos, los que parieron algunos de los mayores monumentos del hard-rock en la gloriosa década de los setenta. ¿El tiempo lo cura todo o el dinero lo cura todo? Da lo mismo la sinceridad de la reunión, si puede más la nostalgia o el talonario. Para la Quo Army es un sueño. Y si otros como Iron Maiden, Deep Purple, Black Sabath o los mismísimos Barón Rojo lo consiguieron, ¿por qué no los frantic four?