Llevaba tiempo detrás de hincarle el diente a esta primera parte de la trilogía victoriana de Félix J. Palma. Por razones que no vienen a cuento, “El asesino de Bécquer”, la última historia protagonizada por el detective de libros Ariel Conceiro, tuvo una estrecha relación con “El mapa del tiempo”. Tal vez por ello, aunque me atraía (y mucho) este hispánico steampunk orquestado alrededor de “La máquina del tiempo” de H.G. Wells, el momento de sumergirme en la lectura de “El mapa del tiempo” no parecía llegar.
Hasta ahora.
La verdad es que la simple sinopsis de la novela ya te pone los dientes muuuuuy largos:
La historia transcurre en el Londres de 1886, donde la novela La máquina del tiempo de H. G. Wells ha hecho furor, despertando en todo el mundo el anhelo de viajar en el tiempo. En ese momento surge la empresa Viajes Temporales Murray que por un elevado precio te transporta al año 2000 para ser testigo de la batalla final entre los autómatas que dominan la Tierra y los hombres.
La novela está estructurada en tres partes: en la primera, Andrew Harrington pretende viajar al pasado, a 1888, para salvar a su amada de las garras de Jack el Destripador; en la segunda, Claire Haggerty vivirá una historia de amor a través del tiempo con un hombre del futuro; y en la tercera el propio H.G.Wells sufrirá los riesgos de los viajes temporales cuando un misterioso viajero llegue a su época con la intención de asesinarlo para publicar su novela con su nombre, obligándolo a emprender una desesperada huida a través de los siglos. Pero, ¿qué ocurre si cambiamos el pasado? ¿Puede reescribirse la Historia?
El mapa del tiempo es una novela emocionante y vertiginosa dotada de un armazón narrativo prodigioso, una novela laberíntica repleta de fantasías victorianas y un memorable homenaje a la novelas de aventuras. En ella podemos encontrarnos con viajes en el tiempo convertidos en un último y desesperado intento de restaurar los errores del pasado y con personajes ya míticos de la cultura popular como El hombre elefante, Bram Stoker, Jack el Destripador y, por supuesto, el mismísimo H.G. Wells. En fin, una entretenidísima y muy lograda novela en la que, a pesar de que el narrador omnisciente a veces se pase de la raya, volveremos a recuperar el espíritu de las viejas, clásicas y añoradas novelas de aventuras con sus trepidantes y adictivas páginas. Y eso no tiene precio.