“Arteria llevaba seis meses sin dirigirme la palabra. Miraba su preciosa cara y veía un pozo indefinible de tristeza que me angustiaba hasta límites insoportables. Cada vez que me dirigía a ella, me miraba fijamente a los ojos y me escupía toneladas de odio.
“El odio no disminuye con el odio. El odio disminuye con el amor”, me había dicho múltiples veces Akiosaha”.
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