“La explosión fue sorda y roja. El cristal por el que miraba Sir Anthony Andrews había estallado en mil pedazos. El ministro cayó al suelo con un corte en el rostro. Las dos mujeres gritaron. En ese momento entraron en la casa cuatro hombres. Uno de ellos, con un parche en el ojo, llevaba en volandas al jardinero pakistaní. Tras ellos, apareció César Negroponte”.
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