Están a punto de sacar al mercado su tercer disco que, en un alarde de originalidad, titularán “elbicho VII” y esperemos que confirmen las expectativas que tenemos puestas en ellos. Con “elbicho I” sorprendieron a crítica y público pero con “elbicho II” fueron mucho más alla: su original e innovadora propuesta de flamenco fusión era una auténtica bomba que dinamitaba por los cuatro costados el apático panorama discográfico español, entre otras cosas porque se alejaban de modas pasajeras y abrazaban la música de los 70, la de grandes dinosaurios del rock sinfónico como King Crimson, Jethro Tull, Pink Floyd y, muy especialmente, Triana. Estos siete chicos bautizaron su música como “flamenco apayao” y como “flamenco-rock-progresivo-psicotrópico”. Toma ya. En sus discos, de gran riqueza instrumental, encontramos una promiscuidad musical que raya lo desconcertante: huellas de jazz, de rock, de rumbas, de bulerías, de música india y turca, de psicodelia, de ritmos afro, de hip-hop, de copla, de afro-beat, de rap, de músicas del Zagreb, de músicas del mundo centrifugadas con pasión y sentimiento. Es lo más sorprendente y estimulante que podemos encontrar en España: así, junto a un grandioso tema instrumental de más de quince minutos, nos regalan canciones como “La Toba” o “De rodillas” que podrían haberlas firmado perfectamente los mejores Triana. Sus directos (en la Plaza de Toros de Laguna de Duero cortaron, no hace mucho, las dos orejas y el rabo) están llenos de energía y, como en la mejor época del rock, de sentidas y originalísimas improvisaciones. Son músicos de raza. Ojalá no sucumban a la asquerosa mercadotecnia que ahoga y deshonra a la música actual.