Publicado en El Norte de Castilla el 16 de mayo de 2014
A primera hora de la tarde del lunes León se convirtió en Chicago años 30. O, peor aún, en Puerto Hurraco. Los medios difundieron la noticia con rapidez: había sido asesinada Isabel Carrasco. Sin tiempo a que se procediese al levantamiento del cadáver ni a conocer las causas del asesinato, Internet se convirtió en una cloaca. Por un lado los cretinos que, amparados en el anonimato de las redes sociales, soltaron su particular bilis. Por otro, los buitres carroñeros que, acostumbrados a sacar rentabilidad política a las víctimas de atentados, afilaron las teclas del ordenador y, de inmediato, relacionaron el asesinato con los escraches. De hecho, cuando se supo al poco tiempo que los motivos del crimen atendían a una venganza personal (protagonizada para más inri por dos mujeres próximas al PP) se tuvo que abortar una campaña de criminalización contra las protestas sociales a la que, a buen seguro, le iban a sacar muy buena tajada. En un país normal, la cosa habría quedado ahí. Sin embargo, y esto es mucho más grave que un ejército de trolls insensibles, algunos monstruos folklóricos del TDTParty continuaron con la mezquina conexión entre las protestas sociales y el asesinato de León. “La violencia sube peldaños. De la verbal a la física y de ahí al asesinato como el de hoy”, fue la miserable conclusión de Telemadrid. Y eso no fue lo peor que se escuchó y leyó. En fin, es verdad que morir no te hace mejor persona pero también lo es que nadie en el mundo merece ser insultado cuando acaba de ser tiroteado. “Hay que limpiar las redes de indeseables”, proclama el ministro de la cosa (mejor que no sepa que en Arabia Saudí les dan cien latigazos). Eso sí, el ministro no va a investigar a los que intentan rentabilizar un crimen y, en el colmo de la desvergüenza, lo hacen culpando a la gente que protesta, a ciudadanos que se han quedado sin trabajo, sin becas, sin derechos laborales, sin ahorros, sin medicinas, y que están en su perfecto derecho de protestar. No, aunque algunos insistan, el crimen de León no es hijo de la España de los escraches, sino más bien de la de Puerto Hurraco.