Publicado en El Norte de Castilla el 3 de octubre de 2014
Ay, Gallardón, qué engañados nos tuvo siempre. Uno le recuerda siguiendo el rollo a los del “Caiga quien caiga” y haciéndonos creer que era el colega rebelde y rojillo de la casa de la gaviota. Pero él sabía bien lo que quería. Lo sabía desde que con 24 años consiguió ser concejal en Madrid y con 27 secretario general de Alianza Popular. En su meteórica carrera se cruzó luego la alcaldía de Madrid. Allí gastó por encima de sus posibilidades obsesionado con hacer olímpica a la capital y dejando, transformación de M-30 mediante, un endeudamiento record de 7.000 mil millones de euros. Poco le importaba a él, sibarita y faraón, enclaustrado en su lujosísimo despacho más grande que el Despacho Oval de la Casa Blanca (Der Spiegel dixit). Sus miras estaban en otro lugar. Lloró un poquito y al final consiguió lo que siempre había anhelado: un lugar en el Gobierno. Fue el momento de quitarse la careta y de no dejar títere con cabeza en su paso por la cartera de Justicia. La polémica reforma del Consejo General del Poder Judicial, la aplicación de las tasas judiciales y su rancio anteproyecto de la ley del aborto (que defendió hasta el último día con anacrónica y virulenta vehemencia) le han lanzado contra la lona. Su padre nos avisó cuando dijo aquello de “¿Yo de derechas? Esperad a conocer a mi hijo. Ese sí que es de derechas”. Así que, empujado por las circunstancias, el antiguo campechano puso fin hace unos días a 31 años de carrera política. Eso nos vendió al menos. La realidad es que en 48 horas dejó de estar en el paro (para que luego digan que el INEM no funciona). Su curiosa forma de “retirarse de la actividad política” ha consistido en aceptar un cargo en el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid a razón de 8.500 euros al mes de dinero público por asistir a una reunión a la semana (más de lo que cobraba como Ministro de Justicia). La puerta giratoria (esos retiros multimillonarios que se les prepara a los políticos caídos en desgracia para que no molesten mucho y se queden calladitos) ha vuelto a funcionar. ¡Y luego se enfadan si les dicen casta! Pues nada, otro neocon viviendo de lo público. ¡Con dos gallardones!