Nueva vuelta de tuerca al universo Silver Kane. En esta ocasión nos encontramos con Kinley, “el mejor asesino del mundo”, un asesino a sueldo implacable, letal y con un puntito de ética y corazón (si eso es posible). En el comienzo de la novela le vemos entrar milagrosamente en un edificio y asesinar a un millonario pervertido que se excita viendo como torturan ante su presencia a prostitutas. Es el adrenalítico preludio antes de que a Kinley le contraten para asesinar al presidente de Freeport (el sanguinario dictador Bojul). Como carta de presentación de cómo se las gasta Bojul, asistiremos al asesinato de cuatro observadores de la ONU que habían acudido a Freeport y que son arrojados desde un helicóptero a un criadero de cocodrilos gigantes. Por el camino, mientras tanto, Kinley se pone en contacto con un mafioso para que le consiga a una mujer negra a la que va a utilizar con el fin de que se haga pasar por la hija de Bojul (que paralelamente va a ser secuestrada en Copenhagen por un colega de Kinley). El cruel dictador, de esa forma, no tendrá otro remedio que pagar un rescate en primera persona y entrar el solito en la boca del lobo que le tiene preparado Kinley, aprovechando que se realiza una exposición de aviones a la que asisten todos los máximos mandatarios de Freport. La idea es hacer explotar una bomba cuando Bojul deje el dinero bajo el asiento de un F16 pero, a última hora, algo falla….
Silver Kane utiliza, además, “Asesino a precio fijo”, para realizar una crítica feroz sobre todo lo que estaba sucediendo en aquellos años en ciertos pequeños países de África por culpa de la complicidad de algunos países europeos que, con el fin de asegurar posiciones estratégicas o materiales de gran interés, no dudaban en poner en el poder (o en mirar hacia otro lado) a auténticos reyezuelos sanguinarios como Bokassa o Idi Amin. “En las cancillerías europeas o asiáticas importa muy poco el sufrimiento de los pueblos. Las estadísticas no se fijan en los hombres sino solamente en los mapas”. En fin, esta historia de un asesino profesional que acepta la muerte con una sonrisa y como si fuera un juego es una novelita entretenidísima, con muchísima acción, con vueltas de tuerca inesperadas, con sorpresas variadas y con alma de folletín. Eso sí, a una impecable construcción de una historia llena de acción y muy bien escrita (el estilo Silver Kane nunca falla), hay que añadir en algunos momentos puntuales de la novela (no sé si por exigencias de los editores, del momento en el que estaban escritas estas novelas o, en fin, para satisfacer al público potencial al que estaban dirigidas) algunas frases desafortunadas, con un tufillo machista y con una evidente intención de aportar algo de erotismo a través de algún que otro diálogo de trazo grueso. Un pequeño y disculpable defecto en, repito, una fantástica novela del siempre fantástico Silver Kane.