Desde que salió al mercado, “animaLhada” se ha convertido en mi particular y existencial Biblia de los juegos. Un libro mágico que encierra otros tres libros: animaLuno, animaLdos y animaL3D y que está trufado de poemas, juegos de palabras y aforismos (que Aute llama “poemigas”), dibujos a lapiz, ilustraciones con bolígrafos Bic (boligrafías), slogans publicitarios, juegos tipográficos, variaciones cromáticas, caligramas, textos musicados, caligrafías visuales y un larguísimo y juguetón etcétera. Porque “animaLhada” es un libro que invita al juego (“hay que juzgar menos y jugar más”) y a la creación de palabras. Sus poemigas (herederas directas de las greguerías de Gómez de la Serna y de los abismos alfabéticos de Poe) son como hormiguitas poéticas, juegos de palabras en los que, a diferencia del mago que saca conejos de las chisteras, Aute saca chisteras de los conejos: “No hay animal que por anibien no venga”, “el que esté libre de piedras que tire el primer pecado”, “tus deseos son desórdenes para mí”. “animaLhada” es una joya, un libro trasgresor y un libro de peso: para ser exactos de dos kilos y medio de texto. El poeta Carlos Edmundo de Ory, en el prólogo, habla de verborreas de palabradicto, de rompecabezas lingüístico joyceano y de Dada. Aute, animal de Manila y hombre del Renacimiento (Luis “Leonardo” Aute, le llaman los amigos), “inefable fabulador, gramático lúdico. Verbum infans. Lewis Carrol te bendiga».