Publicado en El Norte de Castilla el 20 de marzo de 2015
Esta es la historia de una joven que vivió siempre bajo un ambiente muy rígido caracterizado por un exacerbado fanatismo religioso. La obligaban a escuchar misa diariamente, a rezar Laudes, Vísperas y el Rosario, a confesarse siempre con el mismo sacerdote, a ayunar como sacrificio para ayudar a sus amigos. Tenía prohibido salir de casa (salvo para ir al colegio o a hacer recados), jamás asistió a fiesta alguna y sólo podía entrar en el cine para ver películas religiosas. La animaban a infringirse actos de flagelación como cortes en la muñeca y en su casa sólo se podía sintonizar Radio María y Canal 13 en televisión. Hace tres años comenzó a sufrir problemas de anorexia y de ansiedad y, poco después, decidió acabar con su vida tirándose desde un tercer piso (algo que no consiguió aunque sufrió lesiones muy graves). Sus padres, junto a un seminarista, una profesora de religión y un cura, llegaron a la conclusión de que su hija estaba poseída por el demonio y decidieron llevarla a un exorcista. Esto no sucedió en una película. De hecho a la joven la trajeron al Convento de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid para que un exorcista la liberara del diablo. La ceremonia se repitió hasta en 13 ocasiones y ahora una jueza ha ordenado la imputación del sacerdote que practicó los rituales y del catequista de la joven. Se les acusa de unos hechos que podrían ser constitutivos de delitos de lesiones graves, trato degradante, coacciones, inducción al suicidio y violencia física y psíquica habitual. Aquí no hay exorcistas de película ni música de Tubular Bells. De hecho, el padre Karras se revolvería en su tumba. Resulta preocupante que regresemos a la Edad Media con tanta obstinación. Y con tanta insistencia. Como la de torturar hasta 13 veces con sesiones de exorcismo a la pobre cría. Parece que sacarte el demonio de encima requiere más sesiones que la depilación láser. O eso o al exorcista le falla algo el invento (él dice que “el diablo tiene fuerza y persiste”). En fin, esperemos que la joven esté ya en manos competentes y profesionales. De los que han estado a su alrededor, mejor no hablamos.