Publicado en El Norte de Castilla el 27 de marzo de 2015

Habrá sido una casualidad. O quizás no. Estas cosas nunca se saben. El pasado viernes, en este mismo rincón, hablábamos de los exorcismos practicados en la iglesia vallisoletana de San Joaquín y Santa Ana. El mismo día saltaba curiosamente la noticia de que corría serio peligro su Museo, una desconocida joya ubicada en el centro de la ciudad que alberga, entre otras maravillas, un soberbio Cristo Yacente de Gregorio Fernández, una magnífica Dolorosa de Pedro de Mena y tres lienzos de Goya. El que pueda desaparecer este museo sí que es digno de analizar. Casi más que los exorcismos. Esto sólo puede suceder aquí. En cualquier lugar matarían por tener estas joyas. Sin embargo, ¿cuántos vallisoletanos conocen este Museo? Eso sí, nada más saberse la noticia, todo el mundo se ha indignado y ha ofrecido soluciones: que las obras se cedan al Museo de Escultura, que se utilice el dinero del famoso ascensor de la catedral para sufragarlo, que lo conviertan en un Museo del Exorcismo, que llamen a la restauradora del Ecce-Homo de Borja y la dejen retocar algún cuadro, que empleen el dinero del Museo del Toro (del que se acaba de saber que dilapida medio millón de euros para que lo visite 1,36 personas al día). Tampoco hay que olvidar el componente mágico que rodea este Real Monasterio al que se le atribuyen fuerzas telúricas. Un lugar mágico de tradición templaria con presencia constante y simbólica del agua y el número ocho: un edificio construido sobre un ramal de la Esgueva, una planta octogonal, una estrella de ocho puntas en el suelo y muchos otros detalles que convierten la elegante obra de Francisco Sabatini en un edificio misterioso y fascinante. Quizá necesitaríamos también un Dan Brown que escribiese un best-seller esotérico y mediático. En todo caso, lo que parece más que evidente, tal y como propone el Grupo Municipal Socialista, es que haya “un cambio absoluto de prioridades” en la inversión cultural de la ciudad. Eso y que los pucelanos cambiemos de una puñetera vez el chip y defendamos con uñas y dientes lo nuestro. Con lo segundo no albergo ninguna esperanza.