– Si no me besas ahora mismo me pongo a gritar.
– Rezas a no sabes qué ni a quién, pero rezas, y no sientes nostalgia de la vida que no tendrás, porque para entonces habrás muerto, y los muertos no sienten nada. Ni siquiera nostalgia.
– ¿Me has estado mirando mientras dormía?
– Estoy enamorado, clásicamente enamorado, con el clásico marido que está a punto de aparecer y la clásica tristeza que llega cada vez que te marchas con él, las lágrimas, los gritos y todo lo demás. Me he enamorado de ti. Y creo que el mundo es un poco menos malo porque existes.
– Ahora te apetecería probar todas las drogas del mundo. Pero todas las drogas del mundo no cambiarían la sensación de que tu vida ha sido un sueño y estás empezando a despertar.
– ¿Quieres saber por qué vomito? Vomito porque cuando tenía ocho años la que era mi mejor amiga fue diciendo por ahí que yo era una zorra. Vomito porque cuando tenía quince años no me invitaron a la única fiesta a la que he querido ir en toda mi vida. Vomito porque a los diecisiete años tuve mi primer hijo y tuve que hacerme mayor a la fuerza. Y ya no me quedan sueños. Y sin sueños no se puede vivir.
“Mi vida sin mi”, una película llena de hechizos normales como convertir sapos en coches y lagartijas en aviones. Una película que te enseña que morir no es tan fácil como parece. Una película con médicos que no miran a los ojos, peluqueras a las que les gusta Milli Vanilli y alegría de vivir cuando ya estás a un paso del abismo. Un prodigio de emotividad, belleza y reparadora amargura. Conmovedor, triste, melancólico y hermosísimo poema sobre la vida y la muerte. Me encantó bailar contigo, no lo olvides.