Nuevo acercamiento al genio Debrigode, en esta ocasión parapetado tras su seudónimo más famoso, aquel que le hizo ser el auténtico padre de la novela negra española: Peter Debry.
En esta ocasión, aterrizamos en Seattle con un encargo que el FBI le hace al sargento Graham Lefer de la Policía Montada del Canadá: vigilar todo lo que se mueve alrededor del circo Brand que se acaba de instalar en la ciudad ya que el FBI sospecha que es el centro de una compleja trama de espionaje internacional. Coincidiendo con la llegada del circo, es contratado para montar caballos salvajes el joven Daniel Sanders. Mientras seguimos las investigaciones de Lefer y las andanzas de Sanders, el autor nos presenta la fascinante y extrañísima fauna que puebla el circo: a Leonor, una matahari mexicana experta en danzas orientales; a su marido, Pancho, lanzador de cuchillos; a Alvin Sneak, el hombre serpiente, el hombre de goma; y también a payasos, prestidigitadores, domadores o teloneras. Por el camino aparece una bella periodista y varios asesinatos, además de un secuestro protagonizado por Daniel Sanders, quien es retenido bruscamente por un samurái chino que le reclama unos extraños peces de platino…
Entretenidísima y muy bien escrita (como todo lo que toca Debrigode) novela donde se mezclan varios géneros como el del espionaje, el policiaco o el western y todo ello ambientado en el siempre original y turbador mundo del circo. Estilo directo, incisivo, afilado, muy influido por el cine negro clásico y con el barroco encanto de lo que a mí me parecen maravillosas acotaciones valleinclanescas. Una suerte de aventajado discípulo de Dashiell Hammet; un apasionante precursor de James Ellroy; un fascinante escritor, en fin, a descubrir y a reivindicar.