Publicado en El Norte de Castilla el 16 de octubre de 2015

Qué bonito buscar palabras nuevas. O palabras en desuso. O inventar directamente nuevas palabras. O, en fin, reivindicar palabras propias de un lugar en particular. Eso es lo que ha hecho “El Norte de Castilla” a través de una fantástica iniciativa consistente en pedir a los lectores que eligiesen la palabra más vallisoletana. Han sido muchos los que han propuesto palabras más o menos distintivas de esta tierra y hemos sido muchos los que nos hemos visto identificados con la mayoría de ellas. Cierto es que muchas se emplean en otras zonas del país pero lo que las hace palabras cien por cien pucelanas con denominación de origen es que aquí se emplean con profusión. Mientras escribo esto todavía se está votando a la palabra más vallisoletana pero, la verdad, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se puede casi hasta inventar una historia con ellas, la del fasero que bajó en playeras a comprar un carpesano y una lapicera, pero en el camino le picó un fínife y casi le dio un jamacuco. Entonces decidió entrar en un bar a tomar un chisme y allí un tío majete le vendió un riche y le sirvió un clarete. A mayores, le vio limpiar el mostrador con una rodea y soltar un pe-le-le a un jambo que estaba intentando irse sin pagar. Pues, ¡velay!, un pelagatos que aseguraba que se había quedado el dinero en casa. Todo muy pucelano aunque yo, la verdad, elijo la palabra pelele. Hay que ser muy de aquí para decir pelele, y para decirlo bien, con la entonación típica y apropiada, haciendo hincapié en cada sílaba. “Ese es un pe-le-le”, o “un tiopelele”, así todo seguido, expresión con musiquilla despectiva y denominación de origen. Un insulto muy pucelano y, todo hay que decirlo, no especialmente ofensivo. Para entendernos, el muy cristiano arzobispo de Valencia que ha acusado a los refugiados de ser el caballo de Troya de Europa y que ha hablado de una invasión de emigrantes en la que no todo es trigo limpio, no tiene ni categoría para ser un pe-le-le. Para él habría que escoger, o directamente inventar, una palabra mucho más apropiada a sus rebuznos.