Publicado en El Norte de Castilla el 22 de abril de 2016

Leonard Cohen cantaba aquello de “he estado esperando noche y día, esperando que llegara el milagro”. Y en esas andamos. Algunos, tras la enésima decepción con el Pucela, todavía creemos en los milagros. Y lo hacemos con más convicción al saber que ellos, los milagros, existen. De hecho, al día siguiente y en idéntico escenario, se vivió un Milagro con mayúsculas. ¿O no es un milagro que 26.000 personas llenen un estadio de fútbol en España para presenciar un partido de rugby? ¿Quién lo habría siquiera imaginado? Aquí como somos muy dados a ver siempre el vaso medio vacío y como forma parte de nuestro ADN ser agonías, pesimistas, cenizos y negativos, pensábamos que lo de llevar la final de rugby al estadio José Zorrilla era un imposible, una cantinflada que auguraba un monumental descalabro, que la ocurrencia iba a resultar un desastre y que el estadio no se iba a llenar ni por asomo. Cuando se confirmó que las entradas se habían agotado, empezamos a decir que la organización iba a ser un caos, que no se habían numerado las entradas, que el tema se nos había ido de las manos y que si la abuela fuma. Pues eso: fiesta del deporte y de la sagrada liturgia oval. “Escoceses” y “chamizos” dando ejemplo y abriendo una vía impensable en el mundo del rugby. Apoteosis de un deporte que sigue fiel a unos principios que le alejan de otros encanallados deportes: aficiones mezcladas, silencio reverencial ante cada tiro a palos, profundo respeto al árbitro, los ganadores haciendo pasillo de honor a los derrotados y todos unidos en el tercer tiempo bebiendo cerveza. El domingo pasado Valladolid honró al rugby y dio una lección ante toda España con el Borbón sacralizando una fiesta que, tal vez, habría pasado desapercibida sin su presencia. Bienvenido sea el hecho de que 87 años después un rey se dignase a presidir un partido de rugby y mejor no hablar de un palco de autoridades donde muchos, importándoles una mierda el rugby, se partieron la cara por salir en la foto. A pesar de ello, qué gozada que por una vez en la vida Valladolid salga en los medios por algo positivo. Por algo, además, envidiable y memorable.