Las canciones de Twin Peaks me siguen poniendo los pelos de punta. Me resulta difícil recordar una música con la que se me encoja tanto el alma. Sólo tengo que cerrar los ojos para volver a ver a Laura Palmer envuelta en un plástico. Todo el mérito pertenece a Angelo Badalamenti, (habitual compositor de David Lynch) y a sus bellas melodías, a sus canciones surrealistas, preciosas y místicas, luminosas y oscuras a la vez. Un disco con evidentes influencias jazzisticas, con un pronunciado ambiente años 50, trufado de glaciales y tortuosas melodías, tan ensoñadoras como melancólicas. Una música que contagia a la perfección el misterio y el extraño mundo, repleto de oscuros secretos, del pequeño pueblo de Twin Peaks. Las enormes ventas de la banda sonora contribuyeron tanto al éxito de la serie como el milimétrico guión, la atmósfera onírica e irreal, la interpretación perfecta y el inconcluso y sorprendente final. A la serrería, a las montañas o al bosque, les corresponde una música. Al enigma que rodea la muerte de Laura Palmer, otra muy distinta. A los sensuales bailes, otra más. Es el perfecto acompañamiento musical (bello y desasosegante) a la mejor serie de la historia de la televisión. Una música tan hipnótica como las imágenes que nos regaló en su día David Lynch.