Publicado en El Norte de Castilla el 24 de junio de 2016

Cuando una campaña electoral se convierte en algo grasiento. Cuando un ministro oscuro y meapilas conspira con la policía para fabricar escándalos contra políticos enemigos. Cuando ya ni siquiera nos extrañamos al constatar que las cloacas del Estado ventilan sus vergüenzas en los despachos de los que nos gobiernan. Cuando nos hemos cansado ya de ver sus tácticas mafiosas para ensuciar a Podemos y a todo aquel que se ponga a tiro. Cuando nos damos cuenta de que en política todo vale. Cuando casi ningún partido se libra de esparcir mierda a diestro y siniestro. Cuando sabemos que uno de esos partidos, haga lo que haga, va a seguir teniendo siete millones de fieles que irán con sus gurús hasta el fondo de la taza del váter si es preciso. Cuando la democracia está manchada por unos políticos que incluso ya hablan de celebrar unas terceras elecciones. Cuando todo les da lo mismo. Cuando juegan con nosotros como si fuéramos niños. Cuando se convierten en payasos de su propio circo. Cuando no se cortan en emplear todo tipo de guerra sucia con tal de arañar unos votos. Cuando son capaces de acusar a uno de los candidatos de racista por, rendidos a su visión nauseabunda del todo vale, limpiarse las manos tras saludar a unas personas negras. Cuando es la misma cuenta oficial de Nuevas Generaciones del PP la que enciende el ventilador de la mierda al subir de inmediato el vídeo. Cuando sólo los que tienen una mente racista y calenturienta pueden acusar de racista a alguien por ese vídeo que únicamente busca rédito electoral. Cuando García Albiol llama racista a Pedro Sánchez y te entran ganas de reír. Cuando los partidos políticos se lanzan en picado al olor de la falsa carroña. Cuando te queda la duda de si los que cogen sobres bajo la mesa se limpian las manos o no. Cuando la tentación de engañar y mentir es más grande que el sentido del ridículo. Cuando el gen mentiroso y calumniador gana por goleada al sentimiento de vergüenza. Cuando ves el vídeo de marras y piensas que seguramente el niño se había escupido en la mano adrede porque eso es lo que haríamos muchos si tuviéramos que saludar a un político. Pues eso. Que no se merecen nuestro voto. Ni siquiera nuestro desprecio. Qué hartazgo, dios.