LA BOMBA GAY
Imagino que si yo fuese un tipo serio tendría que decir algo sobre el premio Nobel de Literatura concedido a la ejemplar Doris Lessing; o sobre los discriminatorios presupuestos regionales para el 2008 (que, dicho sea de paso, deberían de hacer reflexionar a los que tanto hablan de centralismo vallisoletano); o sobre la imparable subida del barril de petróleo; o sobre la inminencia del gran acontecimiento cultural de esta ciudad, la Seminci; o sobre el referéndum de Ibarretxe. Y, claro, tendría que decir algo sobre el tema más importante y trascendental de los últimos tiempos: ¿debería de ir Raúl a la selección? No entiendo cómo todavía no se han levantado barricadas en mitad de la Puerta del Sol, cómo no han volado la cabeza de los leones del Congreso o cómo el soso de ZP no ha mandado fusilar al seleccionador. Desde luego, si dependiese de algunos periodistas deportivos, convertidos en ‘paparazzis’ de la peor calaña, en ‘hooligans’ con máquina de escribir, la sangre ya habría llegado al río. Yo es que todavía ando noqueado con el titular de un periódico deportivo de Madrid. ‘Ninguno quiere el 7’, decía haciendo referencia a la negativa de los jugadores a ponerse el ‘7’ del inigualable Raúl. Deberían decir el ‘7’ de Villa, digo yo. Ya en su día tuvo que salir el Guaje a decir que el ‘7’ no era propiedad de Raúl. Y ahora la historia se vuelve a repetir. Lo bueno es que, al final, otro Raúl apagó el fuego e hizo callar a tantos incendiarios y pesados soplagaitas. Otro Raúl un millón de veces mejor, por cierto. Claro que Tamudo sólo juega en el modesto Español.
Debería de hablar de tantas y tantas cosas trascendentales, decía. Pero como a veces soy un petardo hoy me apetece escribir sobre la bomba gay (que no es Boris Izaguirre, por cierto): una de las estrellas de los Premios Anti-Nobel que acaban de ser concedidos en una solemne ceremonia celebrada en la Universidad de Harvard. Por ejemplo el de Lingüística ha recaído sobre un estudio que demuestra que las ratas a veces no distinguen entre el japonés y el holandés cuando las personas hablan esas lenguas al revés; el de Física sobre un estudio sobre cómo se arrugan las sábanas; el de Biología sobre un censo realizado a los ácaros, arañas, crustáceos, bacterias, algas, helechos y hongos que residen en nuestras camas; y el de Medicina sobre un análisis de los efectos secundarios de introducirse espadas por la garganta: los científicos premiados llegaron a la desasosegante e increíble conclusión de que dicha práctica ocasiona irritaciones. De todas formas, el premio que más me ha entusiasmado es el de la Paz, que ha ido a parar al Laboratorio Wright de la Fuerza Aérea de EE.UU. por desarrollar una bomba química, denominada ‘bomba gay’, que supuestamente provocaría el que los soldados de uno y otro bando se sintieran atraídos sexualmente de forma irremediable. Sodoma y Gomorra en plenitud. Ya saben: una bomba gay en cualquier sitio conflictivo de Oriente Medio y, al instante, marines y talibanes saliendo de sus trincheras para amarse brutal y lascivamente al ritmo de Village People. Bush y Bin Landen comiéndose la boca y otras cosas. Zapatero y Rajoy, en fin, haciéndose carantoñas por las esquinas y susurrándose al oído: «Bésame, bésame mucho, como si fuese esta noche la última vez». Qué bonito es el amor. Que patenten de inmediato esa bomba, ¡por Dios!