Publicado en El Norte de Castilla el 27 de diciembre de 2007
Los humanos tenemos una capacidad única para montar el belén sin venir a cuento. Y no hablo, claro, de andar colocando entre musgo artificial a pastorcillos sonrosados, angelotes a lo Salzillo y caganers escondidos tras las zarzas. En las últimas semanas, algunas noticias han venido a confirmar que estamos construyendo una sociedad idiotizada y completamente paranoica. La estupidez viene de EEUU, como siempre; aunque ellos se limitan a parir sandeces y disparates que luego nosotros copiamos como patéticos monos de repetición. Allí, acaban de editar en DVD la mítica serie Barrio Sésamo, que fue catecismo de la infancia de varias generaciones durante los años setenta y ochenta. Pues bien, a los descerebrados de turno se les ha ocurrido censurar el programa y calificarlo con dos rombos. “El contenido es para mayores y podría no ser apto para los niños de preescolar de hoy”, advierten en la carátula. Dicen los sesudos expertos que ya en el primer capítulo una niña se hace amiga de un desconocido que la invita a su casa a tomar leche con galletas. Algo, al parecer, inconcebible hoy en día debido a los continuos casos de pederastia. En otra escena, Epi le pide a Blas que le pase el jabón mientras está en la ducha. Esto casi es peor. La vieja historia de si Epi y Blas formaban una pareja gay. La cosa no queda ahí, claro. Los especialistas sostienen que hay modelos de comportamiento de entonces que hoy no son aceptables. Por ejemplo, que Triqui fumara en pipa y después se la comiera. O que se hinchara a comer galletas, algo que estimularía la obesidad infantil. En la nueva versión, Triqui come zanahorias. Si estos censores enfermos supieran lo que se puede hacer con una zanahoria bien lubricada…. Dan ganas de hacérselo probar en sus propias carnes. Acabarán convenciéndonos de que Marco fomenta la inmigración ilegal de niños y Heidi el consumo de drogas (“abuelito, dime tú, por qué huele el aire así, por qué en una nube voy, por qué soy tan feliz”). Eso por no hablar del teletubbie mariposón o de don Pepito y don José, que son “dos tipos casi divinos”. La sociedad tiene que estar muy enferma para ver en la inocencia de unos muñecos las maldades de los mayores. Es lo que tienen los censores. Y algunos expertos. No hace mucho, uno de estos tipos aseguró en un concienzudo estudio que Tintin no crece (y sigue sin tener barba, ni impulsos sexuales, ni canas) debido a una deficiencia hormonal asociada a los reiterados golpes que sufrió en sus aventuras. La gravedad de los casos fue evaluada en función del número de estrellas y/o velitas que giran alrededor de Tintín después de cada golpe y del tiempo que duró la pérdida de conocimiento. Ya sólo falta que venga otro listo y nos diga que Tintin y Haddock eran pareja. No sé si tiene algo que ver con toda esta basura pero hace poco detuvieron en Florida a una niña de diez años porque la sorprendieron cortando la comida de su almuerzo con un cuchillo. Fue acusada de posesión de arma blanca dentro del colegio y conducida a los servicios sociales, imagino que para que le aplicasen la ley antiterrorista. A quién se le ocurre, de todas formas, pelar una manzana con un cuchillo pudiéndolo hacer con un buen Kalashnikov que cualquier vecino podría haberle prestado sin problemas. Al menos, esta vez la policía intervino a tiempo y evitó una masacre. Seguro que la temible niña había visto algún capítulo de Barrio Sésamo.