Publicado en El Norte de Castilla el 11 de octubre de 2019
El cuento de nunca acabar. Es lo que tiene el no haber puesto el punto final a esta historia hace mucho tiempo. Así que las noticias se suceden unas a otras. También especulaciones gratuitas y reacciones que producen vergüenza ajena. Que si el Supremo da luz verde a exhumar a Franco porque ya no hace falta licencia urbanística. Que si alrededor de 400 personas asisten al Valle de los Caídos para rezar por el alma del dictador. Que si la familia Franco continúa intentando boicotear la exhumación. Que si la ultraderecha prepara movilizaciones frente a la sede del PSOE. Que si las visitas al Valle de los Caídos se disparan tras la sentencia del Supremo. Que si el Gobierno estudia trasladar los restos del dictador en helicóptero. La cosa no ha quedado ahí, claro. Algunos políticos se han lanzado al ruedo y han destapado su ADN. Abascal ha montado en cólera (que no es el nombre de su caballo) y ha llegado a decir que le da igual que sea legal o no la exhumación de Franco, dejando bien claro lo que le importa el Estado de Derecho. Su marioneta en Madrid, la simpar y sin complejos Ayuso, se preguntaba si las parroquias arderán como en el 36, y su socio de Ciudadanos acudía al rescate como el bombero torero con aquello de que “desde el gobierno en Madrid evitarán que ardan iglesias en el 2019”. Curiosamente el mismo día unos radicales de extrema derecha obligaban a desalojar un cine en Valencia durante la proyección de la última película de Amenábar bajo gritos de ¡Viva Cristo Rey! Y poco después el tal Ortega Smith, capitoste de Vox, se atrevía a asegurar que lo que hacían las Trece Rosas era “torturar, violar y asesinar vilmente”, saltándose por el arco de triunfo la historia y obviando la propia acusación del Consejo de Guerra que las hacía solo “responsables de un delito de adhesión a la rebelión”. En un país como Alemania este tipo estaría en la cárcel por humillar a víctimas deformando la historia. Allí, cuando la tumba de Rudolf Hess se convirtió en lugar de peregrinaje para neonazis, el gobierno alemán no se anduvo con chiquitas y exhumó sus restos, los quemó y los lanzó al mar. Claro que Hess no hizo pantanos. O eso o los alemanes son de otra pasta. En fin, todo esto que está ocurriendo alrededor de la exhumación de Franco te hace pensar, como en aquella icónica película de los 80, que este muerto está muy vivo. Sacarán a Franco pero los franquistas ahí siguen. Les llaman nostálgicos. Son otra cosa.